La liberación sexual no ha liberado a la mujer, sino que la ha convertido en un objeto de placer que ya ni siquiera hay que ganar, de tan fácil de obtener.
Una de las mentiras que, de tan repetida, muchos toman por verdad; es que la mujer vivió subyugada y oprimida por el tiránico patriarcado hasta que, gracias al feminismo y a la revolución sexual la mujer consiguió, finalmente, liberarse del férreo yugo del patriarcado colocándose en pie de igualdad con el hombre. Sin embargo, las consecuencias de una revolución sexual cuyos frutos hemos comprobado son, no sólo amargos, sino putrefactos están llevado, a cada vez más mujeres, a sumarse a la lista de feministas que han decidido expresar públicamente su decepción personal ante una revolución que, prometiéndoles liberación y placer ilimitado, en realidad las dejó desamparadas, avergonzadas, humilladas y vacías.
Y es que la cuenta negativa, de favorecer múltiples contactos casuales sin compromiso y sin condición alguna, es tal, que va siendo común que de cuando en cuando alguna feminista exprese su desengaño públicamente, relatando como la promoción de la promiscuidad ha creado una sociedad hipersexualizada que denigra y hiere profundamente, precisamente a quien afirmaba liberar, a la mujer.
Las últimas de ellas han sido; la feminista y columnista Louise Perry, quien acaba de escribir un libro abogando por una contra revolución sexual y la ex columnista y escritora de Playboy, Bridget Phetasy quien hace un par de semanas atrajo la atención, de propios y extraños, al publicar en su blog, un ensayo sobre los fracasos de la revolución sexual en su propia vida. Curiosamente, el error que más lamentan, ellas y otras feministas, es el haber tenido múltiples relaciones íntimas sin desear la gran mayoría de ellas, movidas y cuasi violentadas por la presión del ambiente. Fueron aleccionadas para creer que las relaciones casuales las “empoderaría” y las liberaría de esos antiguos prejuicios a los cuales, culpaban de no sentir la satisfacción esperada. No pocas hablan del uso del alcohol, y hasta de drogas, para poder continuar fingiendo que eran lo suficientemente libres e independientes como para disfrutar de las diversas relaciones (one night stand) que al terminar generalmente con un tácito; “si te vi ya no me acuerdo,” las hacía sentir totalmente denigradas y utilizadas.
Desafortunadamente, varias feministas que piden actualmente reevaluar la revolución sexual, por los dolorosos resultados que acarrea, culpan al sexo “casual e indiscriminado” de su insatisfacción y decepción, ignorando el verdadero origen del problema; el desligar el acto íntimo del hombre y la mujer del santo matrimonio orientado a la procreación y a la educación de los hijos. Por el contrario, siguen creyendo en el “amor libre” puesto que afirman que, si bien la intimidad no puede disociarse de la afectividad y de una relación significativa, puede, a lo largo de la vida de una persona, haber varias relaciones lo suficientemente significativas como para tener intimidad. Además, insisten, lo importante es amarse y sentirse bien con uno mismo; reduciendo con esto, el acto que debería ser de entrega total, a un individualismo egocéntrico que se resume en un; mi cuerpo, mis reglas.
Sin embargo, la realidad es que las relaciones sexuales fuera del matrimonio, aunque se crea que son “por amor” y aun cuando, a corto plazo, a algunos parezca funcionarles, esconden un gran egoísmo tras la máscara de la pasión y/o el enamoramiento. Los resultados hablan por sí mismos. Las relaciones consensuadas fuera del matrimonio son cada vez más frecuentes al igual que; la infidelidad, los celos y las rupturas que, actualmente son moneda de cambio. Los divorcios han aumentado exponencialmente a pesar de que los matrimonios han disminuido trágicamente. Los chavales, que cada vez muerden la manzana envenenada de la revolución sexual más jóvenes, viven en total descontrol y están, tan desencantados, que la mayoría de ellos ya no desea casarse, mucho menos tener hijos. Además, sufren, en un porcentaje cada vez mayor de depresión, ansiedad y varios, hasta de pensamientos y tendencias suicidas.
La liberación sexual no ha liberado a la mujer, sino que la ha convertido en un objeto de placer que ya ni siquiera hay que ganar, de tan fácil de obtener. Al hombre lo ha infantilizado y lo ha vuelto blandengue, pusilánime, pacato e inseguro. Y a los niños les está robando la inocencia y la pureza desde la más tierna infancia. Así, el movimiento que prometió liberación trajo en realidad la esclavitud. Esa esclavitud a la que nos encadenan los muchos pecados que, legalizados, transitan orgullosamente por nuestra sociedad; el divorcio, la anticoncepción, el aborto, el llamado matrimonio homosexual con adopción incluida, la pornografía, literalmente ya al alcance de la mano y, todo aquello que la sociedad antes de la revolución sexual condenaba, pues sabía que ofendía a Dios y destruía al hombre.
Actualmente, las relaciones sexuales son cada vez más antinaturales y perversas al grado que, en lugar de estar encaminadas a dar vida dejan tras de sí, un siniestro olor a muerte. Y es que la revolución sexual tiene como finalidad aniquilar el amor, hasta dentro de la familia; robar toda esperanza, aún terrena y extinguir la fe en Dios.
Esperemos que reaccionemos pronto y no tengamos que esperar otro par de décadas para escuchar a las mujeres que, a pesar de haber “escogido’ cuidadosa y exigentemente a sus parejas sufren de depresión, insatisfacción y soledad. Sin embargo y aun cuando queda un largo camino por recorrer, la decepción de muchas de estas mujeres puede ser la base sobre la cual se construya un movimiento, ahora sí a favor de la mujer, y del hombre. Porque Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, no para estar en una continua guerra que rebaja y destruye a ambos sino para ser uno solo en el marco del matrimonio cristiano.
Concluyo con una frase del arzobispo Fulton Sheen: “La historia de la civilización puede, en gran medida, describirse en términos del nivel de sus mujeres. Cuando un hombre ama a una mujer, debe hacerse digno de ella. Cuanto más alta es su virtud, más noble su carácter, más devota es de la verdad, la justicia y la bondad, más debe aspirar el hombre a ser digno de ella”.
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