Se asoma el derrumbe del que en su momento fue llamado Frente Opositor. Lo bombardean actores de los partidos integrantes por todos lados. Quisieron jugar con el tiempo y les estalló la bomba en las manos. Si la semana que entra designan o eligen a su candidato, será cosa menor comparado con lo logrado por Meade esta semana.
La avalancha mediática echada a andar por el PRI-gobierno es de los tiempos de la bufalada: Meade desayuna; Meade come; Meade platica; Meade promete; Meade se sube al Metrobús; Meade saluda; Meade da una entrevista; Meade da otra entrevista; Meade dice que tal cosa nocierto; que tal otra cosa sicierto; Meade se quita el saco; Meade se pone el saco. Ante tal inundación de información sobre el candidato priista, resulta difícil que figure alguna decisión burocrática del Frente, que todavía ni siquiera anuncia la manera en cómo piensan elegir a su abanderado.
Lo que ha sobresalido de esa coalición son las diferencias internas. Todos le pegan. Es una piñata, que por lo visto quieren romper en casa. Esta semana ha sido pródiga en noticias negativas alrededor de ese proyecto. Enrique Alfaro, el único personaje con historial ganador pasado y futuro en ese conglomerado, duda que se concrete. Por lo pronto Alfaro, que tiene todas las probabilidades de ganar el gobierno de Jalisco el año que entra, de manera holgada, ya dijo que no necesita ni al PAN ni al PRD, que ni los quiere porque le contaminan su candidatura. Y tiene razón, el panismo no le aporta nada y el perredismo, como en casi todo el país, no pinta para nada.
Miguel Mancera exige, y es lo correcto, un método equitativo para contender en la elección interna del candidato frentista. No quiere regalar la candidatura y todo aparenta que ha sido excluido de las negociaciones en las que Ricardo Anaya sale como ganón. Mancera no parece estar dispuesto a que su futuro político lo decida el presidente del PAN. Por eso hemos visto en esta semana que alega ser el de la idea del Frente y, como cualquiera que se precia de ser el original, no quiere que le roben el mérito ni el aplauso.
Perredistas de menor nivel, pero con el mismo entusiasmo, han exigido la renuncia de Ricardo Anaya a sus ambiciones de ser candidato presidencial del frentismo. Es una petición absurda, pues Anaya está ahí por ambición –todo político la tiene– y apostó todo lo que tenía su partido a realizar el Frente. El resultado ha sido la división de ese partido a niveles alarmantes. Junto con eso el desdibujamiento del panismo se ahonda con propuestas neopopulistas que ni AMLO las hace.
Es un partido sin mando ni definiciones de ningún tipo. En la votación de ayer de la Ley de Seguridad Interior votaron 14 a favor, 17 en contra y 48 abstenciones. En el colmo el PAN es un partido que hace seis meses estaba en primer lugar y ahora pelea el tercero. Así que ahora Anaya o es candidato del Frente o lo es del PAN, no tiene de otra.
El protociudadano Juan Pardinas, que coqueteó ampliamente con la idea de ser candidato presidencial del Frente, ha renunciado esta semana a cualquier intención de cualquier candidatura. Buena noticia para el Imco, al que dirige con magníficos resultados para la sociedad. Mala noticia para el Frente, pues de lo ciudadano prácticamente no le queda nada. De hecho, quienes antes le llamaban Frente Ciudadano, ahora le dicen Frente Opositor. Parece que los siguientes días serán de ruptura.
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