Las palabras de la alcaldesa de Tijuana serían un simple recordatorio a sus socios de la mafia de que deben apegarse a los límites acordados entre ellos.
La frase que sirve de título al presente escrito fue pronunciada por la Alcaldesa de Tijuana hace unos días. Esa frase, sacada del contexto sociopolítico en el que fue pronunciada, parece la cosa más correcta del mundo. Es lógico que un acreedor únicamente puede cobrar aquello que se le debe, y el deudor no tiene por qué pagar algo que no esté estipulado en una factura. Es mera justicia conmutativa. El problema, en el caso de Tijuana, es que la Alcaldesa se estaba dirigiendo a los criminales que, en un arranque de violencia irracional, habían operado una oleada de incendios y muerte que dejó un trágico saldo de sangre y destrucción en esa ciudad. Muchas de las víctimas de esa locura criminal eran personas ajenas a las guerras declaradas entre grupos rivales de la mafia. El mensaje de la Alcaldesa es muy fácil de entender: “Señores de la mafia, cuando sientan ganas de matar y destruir, por favor solamente asesinen a aquellos con quienes tienen pleitos, y únicamente incendien las propiedades de aquellos que les deben algo. Al resto de la sociedad déjenla en paz ”. No deja de ser una petición peculiar, si tomamos en cuenta que entre las funciones de los alcaldes está el garantizar la seguridad de la población de su ciudad (artículo 115 de la Constitución de la República Mexicana).
Estando México como está en este momento, a merced de los cárteles de la droga, los cuales operan protegidos por la política federal de abrazos en vez de balazos, no es de extrañarse que la Alcaldesa de Tijuana haya hecho tales comentarios. Sobre todo si recordamos que dicha funcionaria llegó al poder bajo los auspicios de AMLO, quien es ya famoso por burlarse de las víctimas de la violencia y por apapachar a los criminales. La funcionaria municipal no hizo sino seguir los pasos de su maestro y guía. En vez de amenazar con la cárcel a los asesinos e incendiarios les pide que si van a seguir haciendo lo suyo, lo hagan pero sin molestar a los demás. Como si fueran a hacerle caso; como si a los sicarios les preocuparan los daños colaterales de sus guerras. No puede uno no recordar la solución planteada hace unos años por el Presidente de la República para combatir la violencia: apelar a los instintos maternales de las progenitoras de los sicarios. O defenderse de las balas con estampitas o libros en la mano.
¿Qué nivel de ingenuidad y de divorcio con la realidad deben demostrar los aspirantes a cargos públicos por parte de Morena para ser elegidos? ¿El mismo grado del que se enorgullece el Presidente de la República? ¿Es un requisito para ser morenista el creerse ese tipo de discurso bobalicón, perversamente bobalicón, del que presumen sus funcionarios públicos? Es muy difícil de creer que así sea. Es más fácil pensar que existe una conexión fatal entre los gobiernos de Morena y los cárteles; que estos saben dónde meterse sin que las autoridades morenistas les molesten. Las palabras de la alcaldesa de Tijuana serían un simple recordatorio a sus socios de la mafia de que deben apegarse a los límites acordados entre ellos. Aunque es fácil ver que las fuerzas municipales, estatales y federales, todas juntas, nada pueden hacer cuando a la mafia se le antoja no respetar acuerdos.
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