Ahora que se estrenará nueva Secretaria de Educación, se anuncia un plan educativo que revoluciona totalmente el sistema de enseñanza del país.
Suele ocurrir que los gobiernos elaboran reformas educativas de acuerdo con su visión política para el Estado. Hoy que nos sorprendemos de la forma como Corea del Sur, que era menos desarrollada que México en la década de los cincuentas, después de haber sufrido una guerra interior que partió al país, se apostó por la educación como el medio para superar el atraso en que se vivía, y lo logró. Corea rebasó a muchos países subdesarrollados, incluyendo a México.
Pero no sólo ocurrió en un país que se caracterizó, primero, por tener un sistema autoritario semejante al PRI de México y que gracias a la misma educación se transformó en democrático e industrializado, sino que eso mismo ha ocurrido en China, con una ideología totalitaria que, sin embargo, después del retraso del maoísmo, entendió que requería preparar a su gente para poder desarrollarse e industrializarse. En el periodo escolar 2017-2018, 360 mil jóvenes chinos estudiaban en los Estados Unidos. Esta avalancha provocó que se iniciaran restricciones, incluso por políticas de seguridad.
Por nuestra parte, el tema educativo ha sido descuidado. La problemática está sobre diagnosticada, pero de nada ha servido, pues lejos de que se den soluciones de fondo, seguimos viviendo una problemática que no nos augura que pudiéramos imitar a los países que han hecho de la educación su estrategia fundamental de desarrollo, acompañada, por supuesto, de otras políticas públicas en materia económica y social que permitan aprovechar los conocimientos de los mexicanos para el desarrollo del país.
El discurso presidencial es retrógrado en la materia. En su afán de criticar a los neoliberales del pasado y a los conservadores, ha criticado y condenado a quienes estudian en el extranjero, a los que, aun estudiando en México, adquieren posgrados. Otro tanto ocurrió con el CIDE, una institución con gran prestigio a la que se incrustó un director ajeno a la institución, pero disciplinado a la Presidencia y cuyo proyecto es limpiar de neoliberalismo a dicha institución.
De la mano van las acciones del CONACYT, donde hoy priva la incertidumbre y se han modificado sus acciones y políticas en la misma dirección de lo anteriormente señalado.
Y, por si fuera poco, ahora que se estrenará nueva Secretaria de Educación (el tercer funcionario que ocupará el cargo), se anuncia un plan educativo que revoluciona totalmente el sistema de enseñanza del país. Se trata de un anuncio de última hora, cuando está por iniciarse el ciclo escolar. Por supuesto no podrá aplicarse a nivel nacional, pero se iniciará el pilotaje del mismo, seguramente sin los materiales necesarios y la suficiente capacitación de los maestros que habrán de aplicarlo. El nuevo proyecto no fue consultado ni acordado con los maestros, quienes están en el aula y se hacen cargo de la educación día a día.
México ha demostrado un importante rezago en la prueba PISA que se aplica cada 4 años. Las capacidades en lectura y matemáticas de los estudiantes mexicanos de 15 años están por debajo del promedio en los países de la OCDE, y la atención al tema no se encuentra claramente expuesta en un complejo sistema que tiene más de propósito político que de educativo.
Lo que se ha llamado la Nueva Escuela Mexicana, fue expresado como un sueño utópico de la izquierda, como un modelo que por primera vez se aplica en una nación para transformar lo que desde el punto de vista de los funcionarios que lo presentaron, le quita a la escuela un “enfoque mercantilista-utilitario” que paradójicamente está en manos del Gobierno, por uno de construcción comunitaria. Se trata de un proyecto reconocido de inspiración marxista.
Ahora se plantean fases en la educación en el sistema básico, cuyo contenido no queda claramente explicitado, pero en el cual se busca erradicar los sistemas de evaluación existente, y desechar, entre otras cosas, los libros de texto elaborados por el impresentable Marx Arriaga para quien la literatura resulta inaceptable.
Como consecuencia de la pandemia, México no aplicó la prueba PISA y la pospuso para este año. Sin embargo, según se ha informado, Marx Arriaga señala que tampoco se hará en este año, y por sus expresiones tampoco en el futuro, pues se hace con criterios individualistas de competencia. Se trata, según esto, de una evaluación neoliberal que no va con la ideología del actual gobierno. Hoy lo que importa, es ideologizar a la niñez con los “principios” de la 4T.
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