La política del presente gobierno de Morena es no enfrentar a la delincuencia organizada, esa del narcotráfico y todos los demás delitos que está cometiendo contra una población indefensa.
Mientras que el presidente y sus segundos alegan que la estrategia de seguridad “está funcionando”, esta de “abrazos, no balazos”, muchas acusaciones hay de que está fallando estrepitosamente. Pero la verdad no es que falle, simplemente no hay estrategia, no hay un plan, no hay nada, solamente inacción en cuanto se puede. Una real estrategia tiene objetivos bien definidos, y el diseño de acciones para alcanzarlos. Pero este gobierno no muestra dichos objetivos. Prácticamente nada.
Y la política seguida y bien, ampliamente conocida por sus acciones y consecuencias, es dejar a la delincuencia organizada hacer lo que le pegue la gana, textual. Y ya no estaremos hablando de la narco-delincuencia, sino de algo mucho más amplio. Los capos del narco, en sus cárteles, han ampliado sus operaciones a otros delitos (nada nuevo, por cierto, pero ampliado) que también les dejan dinero, millones de pesos diarios. Los secuestros, el tráfico de personas, el llamado cobro de piso y otras formas de extorsión, se van incrementando gravemente.
Pero hay algo más. La delincuencia se está apoderando a la mala de muchas ramas de comercio, sacando por ejemplo a intermediarios de venta para obligar a los productores, agrícolas y más, para quedarse ellos con esos negocios. Se amenaza también a los clientes para que les compren a ellos, y al precio que gustan de fijar. Ya el capo michoacano conocido como La Tuta, ahora preso, y su gente, se robaban cargamentos de mineral de fierro, que exportaban vía el puerto de Lázaro Cárdenas a China, a ese país al que no le importaba el origen ilegal del mineral. Uno de los más florecientes negocios de los delincuentes, es el robo de gasolina o gas, ese conocido como huachicol. Ninguna estrategia se ve para combatirlo, pues se mantiene como gran negocio.
Las extorsiones se han extendido aceleradamente a casi todo el país. Se extorsiona a comercios de todo tipo y el colmo, hasta a las comunidades religiosas. No hay ninguna estrategia ni acciones para detener esta plaga de extorsiones. El robo de vehículos de carga en carreteras del país va en aumento, y no hay tampoco estrategias para combatirlo, a pesar de las demandas de protección de los transportistas. Esto es el centro o quid del tema: no hay estrategias de seguridad en México, no se ven por ninguna parte. La política aplicada se demuestra por sí misma: no se meten contra los delincuentes.
Y parte importante, gravemente importante, es la inacción impuesta a las fuerzas federales y a la Guardia Nacional, que las ha obligado a no defenderse, y mucho menos atacar a las bandas de sicarios. El colmo es ver que dichas bandas, brazos armados de los cárteles, se pasean libremente por sus zonas de control, con vehículos identificados, por ejemplo, en grandes letras en sus camionetas como CJNG, es decir Cártel Jalisco Nueva Generación. Y las fuerzas federales no pueden, por órdenes recibidas, atacarlos. El Ejército y la Marina están suficientemente adiestrados, disciplinados, organizados, armados, sobre todo, para destruir esas bandas de sicarios. Pero como se les obliga a no tocarlos, los militares y marinos se han convertido en objeto de burlas y de acusaciones de cobardía.
El presidente sigue con la política de no atacar a los delincuentes armados. Eso a pesar de la absoluta evidencia del alto costo que eso significa para México, que cada vez hay más control delincuencial sobre el territorio nacional. Su expresión de que los delincuentes tienen derechos humanos, y que el gobierno (nosotros, dice) los cuida, es clarísima muestra de su política de no enfrentarlos.
Algo muy importante es sus expresiones de que la violencia no se puede combatir con violencia, que hay que ir a las causas de que los jóvenes sean sicarios, criminales. Eso no funciona, si se va a las causas, como la pobreza y la falta de educación, eso podría dar a nuevas generaciones alguna visión correcta de su futuro. Pero los criminales ya están allí y atacan a la población indefensa.
Mucho se ha dicho que no se debe recurrir a la violencia, pero esto es casuístico. Lo que no se debe hacer, moralmente hablando, es buscar privilegios del tipo que sea, violentamente. Pero existe en la moral humana primaria el derecho a la legítima defensa propia, de las personas y sus bienes. Las religiones y la ética enseñan, justamente, que existe ese derecho, y que por tanto se puede enfrentar la violencia con la violencia. La primera obligación del Estado, es proteger a su población, y para eso existe el recurso legítimo y legal a la defensa de la población frente a acciones violentas en su contra. Para eso existen las policías y las fuerzas armadas. El presidente malinterpreta al Papa Francisco cuando éste dice que no se debe recurrir a la violencia, pero el Papa hace alusión a los ataques violentos como en Ucrania y en otros países. Nunca ha negado el derecho legítimo a defenderse de los violentos.
Dijo el presidente en una mañanera sobre la seguridad que: “Vamos bien y lo puedo comprobar hasta con números”. Lo intentó y sus números mostraron lo contrario: vamos muy mal. Es importante recordar que, desde el inicio de su gobierno, dijo que ya no habría guerra al narcotráfico, lo dijo varias veces y de eso hay videograbaciones. Dijo también que no perseguiría a los capos de esa delincuencia.
Volvemos al principio, observando y analizando lo que sucede en México respecto a las acciones o inacciones, se puede afirmar que aquí no existe estrategia alguna de seguridad pública. La política del presente gobierno de Morena es no enfrentar a la delincuencia organizada, esa del narcotráfico y todos los demás delitos que está cometiendo contra una población indefensa. No, no hay estrategia de seguridad, solamente hay una irracional, ilegal y reprobable política fallida. Y una cerrazón a ver la realidad de inseguridad, creciente, en México.
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