El paso natural de la militancia priista es a Morena. Son escasos los priistas que se han pasado al PAN. Morena se nutre cada vez más de las huestes priistas.
A muchos aliancistas no les gustó que propusiera en el pasado artículo la idea de que el PAN reflexionara y decidiera acerca de ir solo a la elección presidencial de 2024. Muchos de ellos se indignaron e hicieron cursis y conmovedores mensajes de unidad nacional. Insisto en esa propuesta porque creo que puede ayudar a que la elección presidencial sea entre un par de candidatos bien definidos: uno de AMLO y el otro de la oposición. Es claro que la oposición que tanto fustiga el presidente desde que inició su gobierno se refiere al PAN: los conservadores y los neoliberales –por supuesto que hay también en el PRI y hasta en Morena– han sido el foco central de los ataques del presidente.
El paso natural de la militancia priista es a Morena. Son escasos los priistas que se han pasado al PAN. Morena se nutre cada vez más de las huestes priistas. Solamente una parte de la cúpula finge estar aliada con el panismo. Pocos odiadores del PAN como el nefasto Rubén Moreira, pero los directivos panistas creen que es un aliado confiable. Lo mismo sucede con Alito, el presidente del PRI. Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad sacó hace un par de días un reportaje en el que documenta una serie de raterías cuando fue gobernador en Campeche. Ayer mismo el presidente panista se placeaba con el señor Alito, anunciando una más de las ridículas acciones que creen que le lastiman al presidente. De pena.
¿Por qué el PAN debe ir solo? Porque es la manera que tiene de reconfigurarse, de presentarse nuevamente ante los electores como una oferta distinta y capaz de derrotar al populismo trasnochado que tenemos en el gobierno. Empezar lo más rápido su campaña presidencial o la competencia por esa candidatura es vital para tener oxígeno y pisar fuerte ante los electores. El foco del PAN no debe estar en las elecciones en Coahuila o en Edomex, sino en la Presidencia, y el crecimiento de su marca a través de una candidatura fuerte que pueda enfrentarse al Presidente y su maquinaria.
Me parece que la alianza es sobre todo un microclima de opinión en el que participan comentócratas –no lo digo en sentido peyorativo– que hacen cuentas alegres y suman votos de aquí, de allá, más los supuestos que llegarán, menos los de algunos fanáticos chairos, más dos que llevábamos y ¡zaz!, le ganamos al Peje. Suena muy bien, pero desgraciadamente así no son las elecciones. Suena muy bonito pensar que unidos todo se gana y cada quien por su lado todo se pierde, porque el egoísmo es muy malo. Muy romántica la unidad.
El desdibujamiento del PAN es evidente. Mientras más se mezcle, más perderá. Tener una candidata, un candidato fuerte le devolverá el ánimo y podrá reconquistar ese voto de clase media que se fue y que realmente le pertenece. Es claro que cuando el PAN fue solo, ganó más que cuando fue en alianza. Incluso en 2012, cuando Josefina Vázquez Mota perdió, tuvo más votos, y más diputados que Anaya, que fue en alianza en 2018, bajo el impulso de los mismos aliancistas de ahora.
Otro punto importante es que la alianza le da toda la razón al presidente en su discurso de 2018: son lo mismo, PRI y PAN son lo mismo, son el PRIAN. Y bueno, como siempre, ahí van y se juntan para darle la razón al presidente.
El PAN puede volver a ser el faro opositor, pero lo logrará por sí solo, no de la mano de los que lo terminarán de hundir. El PAN debe apostar por sí mismo, sin miedo, sin culpa, ¿qué puede pasar? ¿El electorado no prefiere votar por algo definido que por un amasijo de mañas y fracasos? La ciudadanía merece una oposición de altura; el PAN, solito, se la puede dar. Lo demás son sueños guajiros de 2+2=7.
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