“En 82% de los países, menos de la mitad de la población expresa confianza en los medios, algo que de un modo directo está contribuyendo a un creciente escepticismo hacia los gobiernos”.
William Davies es un economista y sociólogo británico que publicó un exitoso libro en 2019 llamado Estados nerviosos (Editorial Sexto Piso), en el que aborda los tiempos que vivimos. Época nerviosa en la que las emociones están por arriba de los hechos y las redes sociales juegan un papel preponderante y son el escenario de la batalla en la que parece haber sido expulsada la razón. Es un libro interesante, documentado, con datos y reflexiones sensatas. Aquí algunos subrayados.
“En 82% de los países, menos de la mitad de la población expresa confianza en los medios, algo que de un modo directo está contribuyendo a un creciente escepticismo hacia los gobiernos. Las instituciones gubernamentales de la Unión Europea y Washington DC se ven como centros neurálgicos de los privilegios de las élites, que se sirven a sí mismas antes que a la población”.
“… la creciente desigualdad en Occidente hace que en cierto modo los hechos presentados por los expertos y los tecnócratas sencillamente no captan, en opinión de muchos, la realidad que vive la gente. Los indicadores objetivos del progreso, como el crecimiento del PIB, esconden hondas fracturas en la sociedad”.
“El saber reaccionar en el momento oportuno pasa a serlo todo. Los expertos presentan hechos; Google, Twitter y Facebook ofrecen tendencias”.
“Más que desestimar la influencia de los sentimientos en la sociedad hoy en día, necesitamos mejorar a la hora de escucharlos y aprender de ellos. En lugar de lamentarnos por la afluencia de las emociones a la política, deberíamos valorar la capacidad de la democracia de dar voz al miedo, el dolor y la ansiedad, que, de lo contrario, podrían tomar un rumbo mucho más destructivo”.
“¿Cómo pueden nombres tan ricos como Beppe Grillo, Arron Banks, Andrej Babis o Peter Thiel asegurar que están liderando un movimiento contra las élites? Para ellos la respuesta es ésta: al contario de un periodista, un estadístico del gobierno, un parlamentario o un abogado, el rico nunca afirma estar hablando en nombre de nadie, sino en el suyo. Los ricos no exigen que la sociedad les conceda autoridad alguna y, por lo tanto, no pueden ser acusados de hipocresía”.
“Cuando la gente deja de confiar en los sistemas representativos en general, y en concreto en el sistema político, cada vez pierde más interés por saber lo que se considera como “verdad” y como “falso”. Cuando los propios cimientos de un sistema político ya no son considerados creíbles, es posible tolerar, incluso admirar, a los embusteros”.
En fin, que vale la pena darse un paseada por el libro que ya desde la portada advierte el contenido: “Cómo las emociones se han adueñado de la sociedad”. No se trata de un lamento, sino de una explicación amplia que nos ayudará a entender por qué pasa lo que pasa aquí y en otras naciones tan distintas a nosotros. Denle una leída. Vale la pena.
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