El odio, para que permee, necesita acunarse y cuidarlo para que sea repetido a tiempo y a destiempo. Y hasta entonces, el pueblo sabio lo volverá un concepto de uso diario.
DESDE’NDENANTES
A riesgo de desencantar a algunos, lo que hemos visto en los días recientes, tiene dos connotaciones: La primera, que no es obra de la casualidad o de generación espontánea; y que, “desde mero arriba” se ha ido cocinando a fuego lento; desde ahí mismo se impulsa se sigue polarizando hasta que se reúnan condiciones apropiadas para que reviente en un clima de violencia e ingobernabilidad, que sin duda, espantará al mismo autor intelectual que, entonces, convocará al Olimpo para convertirse en autoridad represora, bajo el eufemismo hermoso de que no es tolerable las ofensas a la autoridad, igual al ejercicio de gobierno de Cuitláhuac en Veracruz.
Este “modelito” ha existido desde años atrás en este sacro imperio mexica.
Cómo no recordar la vehemencia de un “Mátalos en caliente”; o el fabuloso monumento a la diplomacia y el diálogo: “Primero los matas y después ‘viriguas’”
VOLVER AL FUTURO
En el momento presente, no son menos elocuentes los mensajes de esa misma naturaleza, que adquieren tribuna y valor dogmático para la oclocracia, por venir del gran oráculo que es el único y valedero intérprete del pueblo, de “la gente”, de “la patria”, y en consecuencia, este escribano sugiere a Enrique Krauze un siguiente título: “La palabra, soy yo… Sin quietarle ni una coma” Es decir, él es y será the only One, en expresión de Barry White.
En efecto, aparecen varias consignas y proclamas de odio, porque este sentimiento trae sus implicaciones, dado que, “La palabra odio viene del latín odium (conducta detestable).”
Y si todavía en este país, existe alguien que lo dude, a riesgo de que pintarrajeen la oficina y el sacrosanto hogar de este escribano, vale la pena identificar varios vértices del asunto:
1. De inicio el odio –esa conducta detestable- no surge por generación espontánea. Hay que gestarla, acunarla, mecerla, consentirla y repetirla para que el respetable público la acepte de uso común y no se escandalice cuando aflore como parte de una estrategia de comunicación.
Y por ello es ilustrativo recordar algunos lineamientos de paz, de unidad y de convocatoria a la fraternidad universal, que el presidente tanto alaba y reconoce con sus demás hermanos.
¿Recuerdan mis hermosas lectoras y gallardos lectores, el diagnóstico antropológico-político presidencial, que aseguraba que “El pueblo se cansa de tanta pinche transa”?
2. O aquella otra proclama que enmarcaba el proyecto jurídico-estratégico y ontológico que definía el sexenio: “¡¡Al diablo con sus instituciones!!” cumplido ahora a cabalidad, desde las fuerzas armadas, los suministros de la Corte y varios secretarios de estado, el de gobernación incluido.
3. Han surgido otras tres que vale la pena analizar: “Pueden decir lo que quieran, pero nunca podré decir que soy incongruente y mucho menos ratero”; y cómo no retrotraer la que sigue: “Yo no soy un ambicioso vulgar, no es la lucha del poder por el poder”; y la maravilla convertida en un análisis personal pletórico de modestia: “México necesita un líder y creo que soy yo”.
4. Primera reflexión, el odio, para que permee, necesita acunarse y cuidarlo para que sea repetido a tiempo y a destiempo. Y hasta entonces, el pueblo sabio lo volverá un concepto de uso diario. Así sucede con los vocablos “los pobres”, los conceptos de Fifí, neoliberales, pirrurris o aspiracionistas. Su éxito: Repetir y repetir hasta que la audiencia se lo aprenda. Es el caso de “y no me vengan a decir que la ley es la ley”. Esto da campo abierto y permisividad a todo tipo de violación a la norma jurídica y al estado de derecho, en nombre de quien la promueve. El éxito entonces, se encuentra en que los vocablos, además de acunarse, se acuñan para el uso popular.
¿QUÉ SE PUEDE ESPERAR?
El tema es fácilmente predecible –y el deseo ferviente de este escribano es equivocarse- que, de las pintas, los memes con las caras de quienes no votaron por la llamada reforma Bartlett, pasen ahora a incendiar vehículos, instalaciones y a cumplir amenazas, hasta abrir los espacios a los atentados, como lo que acabamos de ver, también Veracruz.
Entonces, el ciudadano presidente, tendrá que salir de su sede “Totalmente Palacio”… solamente en helicóptero, porque el odio habrá reventado. Y de eso, ya no podrá culpar a los que gobernaron 36 años atrás.
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