Sin embargo, la indiscutible ventaja que tiene la sociedad de Estados Unidos es que la estrategia de división le ha jugado en contra a Joe Biden, el cual se encuentra en niveles de aceptación popular muy precarios.
Hace poco más de un año escribí un artículo sobre lo que, de acuerdo con los datos de los que yo disponía, les esperaba a los EE UU (y al mundo) con el gobierno de los ganadores de las elecciones presidenciales: Joe Biden y Kamala Harris. Debo decir que me quedé corto en mis catastróficas predicciones.
Independientemente de la errática respuesta del gobierno de EE UU (La Casa Blanca ha tenido que hacer aclaraciones sobre declaraciones confusas del Presidente), especialmente de Joe Biden, a la invasión de Ukrania por Rusia, lo que yo advertía en el artículo de marras era, fundamentalmente, qué podrían esperar los estadounidenses respecto del gobierno entrante de Biden y Kamala Harris durante los próximos 4 años.
Voy primero por lo bueno que prometieron y no cumplieron. Me cito: “hacer realidad el Dream Act, es decir darles certeza jurídica a los jóvenes inmigrantes indocumentados (la mayor parte mexicanos) que llegaron siendo niños y que han estudiado hasta la universidad.”. No he escuchado a nadie de los Biden-lovers ni una palabra de crítica sobre este esta grave omisión. Ni sobre la constante violación de los derechos humanos de los migrantes en la frontera con México, llámense mexicanos, haitianos, centroamericanos, etc. También prometieron “limitar o prohibir la venta de ciertas armas”. Nada de esto ha ocurrido. Otra promesa incumplida es “impulsar la política de fuentes de energía limpias”, programa que se encuentra atorado en el Partido Demócrata, que se debate entre el Climate Action, de los demócratas moderados y el Green New Deal del extremista Bernie Sanders y compañía. No está por demás señalar que estos cuatro asuntos tienen que ver mucho con México.
Lo más importante: En su discurso de investidura, el presidente Biden prometió (entre vítores y entusiastas aplausos) la reconciliación y la unificación de toda la sociedad estadounidense. El líder del Partido Republicano, Kevin McCarty, en una declaración hecha al Whashington Examiner, a un año de gobierno de Biden-Harris dijo: “El supuesto programa de unidad de la administración Biden es un fracaso. Esas órdenes unilaterales (la órdenes ejecutivas y decretos, de las que nos ocuparemos más adelante) son otra iniciativa de la actual administración para contentar a los militantes liberales (se refiere a los demócratas más extremistas), y sabotear los principios morales y fundamentales, los más fundamentales, sobre los que fue fundada nuestra nación”. De hecho, las primeras acciones del mandato de Joe Biden se convirtieron en un frenesí de firmas de decretos, de órdenes ejecutivas, todas destinadas a desmantelar, en tiempo récord, la obra de su predecesor. Cuando menos 36 decretos fueron firmados por Biden, solamente durante el primer día de su presidencia, en una especie delirio de damnatio memoriae (arrasar con la memoria). Es un exceso de la arbitrariedad presidencial, comenté, pero me contestaron los partidarios de Biden-Harris, que ahora la democracia se encuentra de su lado. Entonces recordé una terrible frase que soltó Joe durante la campaña: “Si usted –dijo a un negro- duda entre mí y Trump, es que no es negro.” Esa no es precisamente la clase de ejemplo que puede dar al mundo civilizado un demócrata. ¿O sí? Otra joya, nos la regala el editor general de CNN, Chris Cillizza (que es uno de los Bidenlovers), quien reconoció, apenas el pasado jueves 24 de marzo, que el discurso que pronunció Joe Biden en Atlanta con motivo de la presentación del proyecto de Ley Electoral, “hizo más daño que bien” al comparar a los republicanos con los segregacionistas, porque abona aún más a la división entre los ciudadanos.
Otro factor de división social, promovido por los demócratas, es el que se refiere a la discriminación racial. Si ya había ominosas señales de discriminación en el cuatrienio de Trump, sobre todo contra los migrantes hispanos, en éste se agudizó imprudentemente. Primero, el Partido Demócrata y el mismo Biden, se hicieron de la vista gorda con las manifestaciones violentas de Blacks Lives Matter. No hubo condenas, como sí las había habido contra las manifestaciones de los blancos, que sufrieron agresiones de los grupos autollamados antifas. Enseguida, se emitió una acción ejecutiva, para el ámbito educativo primario y secundario público, llamada Critical Race Theory (Teoría Crítica de la Raza) que, en uno de sus puntos, decía que los blancos deberían avergonzarse de ser blancos, por lo cual se les invitaba a que pidieran perdón a los negros por tantos años de esclavitud y discriminación.
Sigamos con los decretos: en ellos, todo se cuela, empezando por la aprobación de muchos millones de dólares para el financiamiento de las organizaciones internacionales pro-aborto, y la reanudación del financiamiento (suspendido por Trump) de Planned Parenthood, la mayor empresa abortista de los EE UU y del mundo. También firmó Biden la autorización a los hombres transgénero (como si no tuviera otra cosa más importante en qué pensar) para participar en las competencias deportivas femeninas… Y ya sabemos lo que está pasando. Influyó para que en las cárceles de mujeres se aceptaran a los hombres sedicentes mujeres… y sabemos lo que está pasando. También anuló la disposición de Trump, para prohibir que, personas trans, fueran admitidas en el ejército. Nombró a un transgénero como secretario adjunto de Salud. Revocó la llamada Política de México, que fue firmada en 1984 por Ronald Reagan y que prohibía, esencialmente, la utilización del financiamiento federal (es decir, de los impuestos de los contribuyentes) para practicar o promover el aborto fuera de los Estados Unidos. Mutatis mutandis, Biden ha anulado también la Enmienda Helms, que tenía disposiciones similares, pero que, para su derogación, tendría primero que pasar por el Congreso. “Esos decretos pro-aborto del presidente Biden son un ataque a la conciencia”, declaró el senador Ben Sasse (R., Neb) en un comunicado poco después de la firma de dichos decretos. “Nuestro gobierno no debería financiar los abortos en casa, menos aún en el extranjero. La unidad es lo más importante en estos momentos, pero sostener una guerra cultural no hará sino agravar las divisiones existentes y herir a víctimas inocentes” (Fox News, 22/01/2021). “Durant sa première année, Biden répand douleur et souffrance dans le monde”. « Durante su primer año, Biden ha esparcido dolor y sufrimiento en el mundo”, puso en su encabezado C-Fam, en francés, del 20/01/2022. Entre otras muchas cosas, señala C-Fam, Biden retiró a los EE UU de la Declaración de Ginebra en la cual más de 30 países reafirmaban su compromiso de mejorar la salud de las mujeres, insistiendo sobre el hecho de que tales esfuerzos no incluían el aborto, por no ser un derecho humano. Para que no quedara duda de que su principal preocupación consiste en ser nombrado campeón mundial del aborto, y en plena guerra de Rusia contra Ukrania, Biden propuso en la ONU que el aborto fuera un derecho universal (Washington Post, Washington Examiner, New York Times, CNN, Fox News, 15/03/2022). Afortunadamente, esta proposición no fue aceptada, no por la ONU, que es pro aborto, sino por muchos de los países miembros.
Con respecto al tema de la “identidad de género”, Biden ha contribuido con 10 millones de dólares al “fondo social de solidaridad”, que tiene por objeto permitir al gobierno estadounidense censurar a los líderes religiosos extranjeros que se manifiesten en favor de la familia natural, formada por hombre y mujer y en contra de la ideología de género, que pretende hipersexualizar a los niños de 0 a 12 años. Cfr. C-Fam, p. 3) (¡Ah! Por cierto, últimamente la administración Biden ha dicho que las palabras padre y madre son ofensivas). También ha contribuido, con 92,3 millones de dólares de los impuestos de los estadounidenses al fondo “Education Cannot Wait, destinado a promover la “educación sexual de niños y adolescentes”, en combinación con el lobby LGTB+. Todo esto y mucho más se lo deben los Estados Unidos al “católico” Biden…
Los ejemplos de los decretos y acciones de Biden que han abonado a la división de los estadounidenses sobran. Haría falta hacer todo un ensayo, inclusive un libro, para compilar y comentar la decidida intención de dividir al pueblo estadounidense. La estrategia seguida por Biden se parece a la de algunos gobiernos de Hispanoamérica, México incluido. Sin embargo, la indiscutible ventaja que tiene la sociedad de Estados Unidos es que la estrategia de división le ha jugado en contra a Joe Biden, el cual se encuentra en niveles de aceptación popular muy precarios. En la encuesta de la cadena NBC, presentada el 16/03/2022, por Chuck Todd, dice que el 71% de los estadounidenses dice que la administración Biden-Harris va en la dirección equivocada, y que la aceptación del presidente ha caído hasta el 40%. El amable lector podrá sacar las consecuencias.
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