Las mafias campan a sus anchas, las ventas de armas hacen su agosto y los organismos internacionales y países integrantes de la ONU se pasan la pelota y no toman decisiones conjuntas.
Tenebroso fangal de indigencia e irritable desconfianza general se observa a diario en este mundo que nos ha tocado vivir. Deberíamos anhelar que ningún individuo accediese a formas de actuar y de pensar forzados, oponiéndose a coacciones o ligaduras. Convendría que fuéramos libres y leales a nuestros convencimientos ideológicos, sin olvidar nunca las opiniones y el respeto del contrario.
¿Qué ocurre en nuestra sociedad occidental donde el respeto a todas las maneras de pensar va perdiendo la esencia fiel que hacía que esa identidad y ejemplo de democracia sirviera a todos los pueblos del mundo?
¿Por qué surgen progresivamente, líderes políticos engreídos por su incesante actitud de oposición, fanáticos con las doctrinas y dictámenes opuestos a las suyos?
No se puede permitir en el siglo XXI, de ninguna de las maneras, guerras provocadas en todas las latitudes de nuestro planeta; intereses económicos, religiosos, políticos o estratégicos… propiciando terrorismo y países sumidos en la máxima pobreza; mientras sus dirigentes se enriquecen e impasibles ignoran el sufrimiento y las hambrunas de sus gentes.
Nuestra sociedad, ante tanto horror, amargura y desesperanza, permite o finge hipócritamente la tragedia de miles de personas que huyen de sus países, muriendo cientos de ellas a diario en mares, fronteras, esclavitud, campos de refugiados, etc. Todo programado siempre por algunos países y personajes miserables, alentados por algunas absurdas e interesadas industrias, que solo le importa el poder y el dinero.
Nuestras conciencias se atenúan haciendo viajes de compasión en ONGs, entregando algunas monedas a estas instituciones, pero esto no resuelve nada. Las mafias campan a sus anchas, las ventas de armas hacen su agosto y los organismos internacionales y países integrantes de la ONU se pasan la pelota y no toman decisiones conjuntas.
¿Nos hemos olvidado de las Guerras Mundiales y los millones de muertos que dejaron?
Ahora tenemos otra y muy cercana, la guerra de Ucrania y Rusia.
¿Para qué se constituyó la ONU? Para que hubiera paz, progreso y justicia en cada rincón del planeta.
La fuerza interior del ser humano provoca la irritación e impotencia ante la sinrazón y nos vuelve más fogosos e imaginativos. Se debe iniciar un orbe enteramente nuevo, un concierto totalmente diferente en todos los ambientes de la sociedad.
Las manipulaciones, corrupciones en todos los poderes, el ansia de dominio, el no respeto a las normas democráticas que se pactaron después de la Segunda Guerra Mundial por los líderes internacionales no se llegan a cumplir de forma generalizada.
¿Cuándo se acabará la hipocresía en nuestro mundo?
Al recordar el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas me pregunto: ¿para qué se creó esta institución?
La pena, la vergüenza y el dolor que siento al analizar cada uno de estos párrafos que reproduzco, merecedores de agasajo y cordura, si realmente se ejercieran.
Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará; la fuerza armada sino en servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos, hemos decidido aunar nuestros esfuerzos para realizar estos designios.
Señores dirigentes mundiales, gobernantes:
¿Cómo es posible que olvidemos tan pronto la historia?
Pónganse de acuerdo en cuestiones críticas para el mundo. Aprovechen las circunstancias que estamos viviendo, al tener más percepción de la equidad, la libertad y la protección a los más vulnerables, a los pobres.
Eviten la confrontación y manténganse firmes en las convicciones democráticas. Reformen rápidamente, el caos mundial que nos asola. Sean modelo para todos mejorando las relaciones de aprecio entre todos los países del planeta.
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