El cuidado de la casa común en México

El daño que se causa a la naturaleza con decisiones incorrectas no sólo trae consecuencias inmediatas; sino que también las trae a largo plazo, es decir, a las generaciones futuras.



Hace ya nueve años que el papa Francisco encabeza a la Iglesia Católica y una de las novedades que ha traído su ministerio ha sido el énfasis en el cuidado de la casa común expresado en la encíclica de 2015 Laudato Si’ (Alabado seas, en español). La encíclica explicita lo que siempre ha sido parte de la tradición cristiana que es la responsabilidad del ser humano respecto a la Creación, lo que en términos más civiles hoy es la preocupación por medio ambiente y la sustentabilidad. El título se inspira en el Cántico de san Francisco, santo que desde la Edad Media hizo patente que el cuidado de las criaturas es una forma de alabar a Dios.

Este recordatorio del papa es relevante en nuestro país porque especialmente en este sexenio se han emprendido obras y se defienden iniciativas de ley que amenazan gravemente el equilibrio ecológico. El daño que se causa a la naturaleza con esas decisiones no sólo trae consecuencias inmediatas; sino que también las trae a largo plazo, es decir, a las generaciones futuras. En otras palabras, la voluntad del hombre no se puede imponer sobre la naturaleza simplemente porque puede, y la encíclica nos recuerda que “la capacidad de transformar la realidad que tiene el ser humano debe desarrollarse sobre la base de la donación originaria de las cosas por parte de Dios” (Laudato Si’, 5).

En días recientes, la construcción del Tren Maya se ha convertido en uno de los temas centrales de la arena política a raíz de que un grupo de artistas alzó la voz bajo la etiqueta #SelvameDelTren para alertar o mejor dicho para continuar con las denuncias de que este proyecto está infringiendo un daño severo a la selva y a la biodiversidad.

Este daño, además, afecta de primera mano a las comunidades en especial las de ascendencia maya que no han sido escuchadas porque ahora no conviene políticamente. En este sentido la encíclica nos recuerda “hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (Laudato Si’, 49). De ahí que la importancia de escuchar esos clamores y atenderlos, sonado pues todavía se está a tiempo de rectificar.

Aunque la construcción total del Tren Maya se ha cuestionado, en el centro del debate actual está en el denominado Tramo 5 de Cancún a Tulum, el cual sufrió hace muy poco una nueva modificación de su trayecto para acelerar su construcción y cumplir con el plazo para su inauguración que se fijó desde un púlpito en Palacio Nacional. Los avances en la ruta anterior ya habían ocasionado la pérdida de miles y miles de árboles (y millones de pesos). La nueva ruto no sólo traerá más deforestación sino que pone en riesgo un sistema de cenotes y ríos subterráneos conocidos como “Collar de perlas”. Este sistema subterráneo se ubica precisamente debajo del nuevo trazo y no sólo destruiría esa riqueza natural irrepetible, sino que pondría en riesgo la construcción y la eventual puesta en funcionamiento del tren pues se trata de una capa muy delgada que no resistiría ni el peso ni la vibración que el paso continuo generaría si no colapsa antes.

Las asociaciones e individuos que se han manifestado específicamente sobre el Tramo 5 han hecho hincapié en que la autoridad ha sido omisa en cumplir los requerimientos aplicables y que no han realizado el indispensable Informe de Impacto Ambiental. Este estudio hecho a conciencia revelaría más a fondo las afectaciones y apuntaría a la inconveniencia de seguir la construcción. No obstante, hay que recordar que hace unos meses, con la clara intención de que nada detuviera los avances de los proyectos gubernamentales se firmó un “Acuerdo”, conocido como luego como el “Decretazo” donde se eximía de cumplir a cabalidad los reglamentos si “estorbaban” o detenían el cumplimiento de todo lo que construya el gobierno federal.

No es el único caso donde el interés político del Ejecutivo pasa por encima del cuidado de la casa común. El paquete de modificaciones que se engloban como la Reforma Eléctrica del sexenio también son regresivas en materia ambiental. En lugar de impulsar las opciones que resultan menos agresoras con el ambiente para generar energía, busca beneficiar a las que otros países ya dejan atrás por ser altamente contaminantes.

En contraste, el mismo gobierno que obcecadamente insiste en completar el trazo del Tren Maya y a pasar sin mover ni una coma la Reforma Eléctrica sí declara Área Protegida los terrenos que estaban destinados a la construcción del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Se ufanan de salvar lo que eufemísticamente se llama “Lago” Nabor Carrillo, que en la realidad es una presa artificial que se construyó en los años setenta para intentar paliar mediamente los efectos que la sobreexplotación de la zona había traído; es decir, se tuvo que hacer para amortiguar los daños que la voracidad del humano había causado, como bien denuncia Laudato Si’. Todavía hay habitantes de la Ciudad de México que recuerdan las enormes tolvaneras que cubrían la ciudad en esos años durante la temporada seca y que desaparecieron justo por esa “reparación”. Cabe destacar que el NAIM no ponía en real riesgo a la zona que es cierto que ha recobrado mucha fauna, porque sí se tenían contempladas las medidas de mitigación adecuadas.

El cuidado de la casa de la común no es una tarea fácil y en ocasiones puede requerir renunciar a proyectos que con cortedad de miras parecen útiles e incluso necesarios o… simplemente políticamente rentables. Sin embargo, los mexicanos que nos sabemos hijos de una tierra privilegiada y que reconocemos en el papa Francisco un genuino interés en guiarnos debemos unir nuestras voces a todos los científicos, activistas y artistas que de buena voluntad y con argumentos contundentes buscan detener aquellos proyectos que a todas luces resultan peligrosos para ciertas zonas específicas como la selva y las reformas que dan la espalda a la sustentabilidad para las generaciones presentes y futuras.

 

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