La fortuna obscena de Gertz Manero tiene relación con su comportamiento siniestro como fiscal.
Al parecer la justicia en México tiene que ver más con las rivalidades personales que con la neutra y objetiva aplicación de la misma. Esta semana nos ha dado claros ejemplos. Quizás el caso más llamativo, por lo escandaloso de la situación y porque pone al país, y al propio gobierno, en una situación propia de una nación bananera, es el tema del fiscal Gertz. Como en las novelas de cacicazgos en las que los cargos se usan exclusivamente para el beneficio y usufructo personal, el titular de la FGR va un escándalo tras otro. Si no es el uso arbitrario de sus facultades es su sorprendente riqueza, que seguramente tiene a cualquier millonario mexicano con el ojo cuadrado al ver las enormes cantidades de dinero; departamentos en Nueva York, Madrid, Ibiza y París; colección de 122 automóviles, más lo que se sume la siguiente semana. La fortuna obscena de Gertz Manero tiene relación con su comportamiento siniestro como fiscal. La decisión de la Corte esta semana respecto del asunto en el que Gertz tiene presa a la hija de su cuñada –contra quien ha sacado una orden de aprehensión a pesar de sus más de 90 años– fue muy adversa para él, nadie dejó entrever ni un solo apoyo del que se ufanó en una conversación telefónica que se hizo pública. Igual su presión ridícula y desproporcionada por ser reconocido como miembro del sistema de investigadores, su persecución de científicos para lograrlo… en fin, que hace tiempo no veíamos un despliegue de caprichos personales convertidos en el principal objetivo de la fiscalía.
Otro ejemplo del método Gertz de los asuntos personales a la aplicación de justicia lo vimos esta semana con el gobernador de Nuevo León, Samuel García. Samuel recogió una demanda suya en contra del entonces gobernador, conocido como el Bronco, y lo metió a la cárcel. De lejos se ve que el señor Bronco no es un monje budista. Es el estilo de político viejo, dicharachero, simpático, bribón, embustero, muy lejos del personaje urbano que es Samuel. No creo que el exgobernador esté limpio, inmaculado, pero no me parece que la mejor manera de que rinda cuentas sea a través de una evidente vendetta personal. El propio Bronco había metido a su antecesor, Rodrigo Medina, a la cárcel. Sólo duró unas horas, pero las suficientes para sacarle una foto en el presidio, fotografías que se multiplicaron en el caso de esta semana. Es probable que en Nuevo León se haya inaugurado la tradición de meter al antecesor a la cárcel si el ganador no es del propio partido. En ese sentido, Samuel García acaba de anunciar su orden de aprehensión para dentro de cinco años.
En la CDMX también hace aire. La suspensión de Sandra Cuevas, jefa de la alcaldía Cuauhtémoc, suena más a una venganza contra Ricardo Monreal y su gente en la capital que a un afán de justicia para unos policías que se dijeron golpeados por la señora. Cierto, Cuevas no es precisamente una perita en dulce y sus formas tienen más que ver con el clientelismo morenesco que con buenos hábitos de gobierno. A Sandra Cuevas la señalan finísimas personas: Dolores Padierna, René Bejarano y Claudia Sheinbaum en su versión porril –versión que se aparece cada vez más a menudo–. La señora Cuevas, que ganó hace unos meses la alcaldía en las elecciones, ha sido suspendida de su encargo y vinculada a proceso. Suena a cualquier cosa menos a justicia.
Uno de los lastres que tenemos como país es que la justicia se ha dedicado por mucho tiempo a perseguir enemigos políticos del poderoso en turno a cualquiera de los niveles. Eso no es lucha contra la corrupción ni procuración de justicia. Es simple venganza personal.
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