Esta semana se dio a conocer la carta que envió el presidente hace tiempo a las autoridades austriacas, concretamente al presidente de ese país, en la que pedía que nos dieran el penacho que se robaron.
Los complots internacionales están a la orden del día. Se sabe que son especialmente dedicados a nuestro prócer Andrés Manuel López Obrador, quien los enfrenta de manera estoica sin importar el origen de los mismos. Ya hace años nuestro líder estaba en campaña cuando el papa polaco comenzó a morirse, en un plan abiertamente complotista para que los medios hablaran más de su agonía que de las denuncias del tabasqueño, lo cual fue denunciado puntualmente por el propio Andrés Manuel.
Ahora que el señor presidente hace esfuerzos increíbles por regresar a nuestra patria el Penacho de Moctezuma, resulta que se arma una guerra quién sabe dónde y que Rusia la agarra contra los de Ucrania. Qué causalidad. Se trata, una vez más, de la alianza de las fuerzas conservadoras internacionales comandadas por Salinas de Gortari para impedir que rindan frutos los esfuerzos del amado líder mexicano. Por eso esta semana dio a conocer la carta que envió hace tiempo a las autoridades austriacas, concretamente al presidente de ese país, en la que pedía que nos dieran el penacho que se robaron. Para tal efecto, mandó a una mensajera de lujo: su señora esposa. Fue ella quien entregó la solicitud y fue tratada de manera prepotente, arrogante y grosera por el peladito austriaco que tienen como presidente en aquella nación, el señor Van der Bellen. Esto, por supuesto, mantiene indignado a nuestro hombre en Palacio. Ni reciben bien a la señora ni nos dan el penacho ni nada. Esto tiene un límite y obliga a cambiar el tono.
Desde el interior de Palacio se filtró el borrador de una carta –muy dura– para el presidente austriaco, pero que se mantendrá en secreto hasta que termine el complot internacional. Aquí parte del texto:
Señor Van der Bellen: hace tiempo le mandé una carta con mi esposa, Beatriz. Era un texto respetuoso donde le recordaba que ustedes nos mandaron a Maximiliano y se robaron el Penacho de Moctezuma. Y eso es lo que ha marcado nuestras relaciones. Dos agravios a los que se suma el maltrato a mi mujer, y eso no se hace y no se los voy a perdonar. Ojetes.
Es importante que sepa usted, que nosotros no somos así. Somos buena onda y muy hospitalarios por las buenas, pero por las malas somos cabrones, muy cabrones. Voy a ser claro, pinche Van der Bellen, o nos regresan el puto penacho o se las verán negras, porque les vamos a poner en su madre. No sé si sabe que a Mussolini le pusieron Benito por Benito Juárez, que fue presidente de México. Todos sabemos que Hitler era austriaco y no lo vamos a olvidar. Entre eso y lo del penacho no tienen perdón de Dios, como dicen en mi tierra.
Pero como le decía: somos cabrones por las malas y eso lo supo muy bien su compatriota Maximiliano, a quien, le recuerdo gustoso, fusilamos en el cerro de Las Campanas, aquí cerca de la ciudad. El cerro de Las Campanas ahí sigue, esperando a ser usado nuevamente como tumba de conservadores, y qué mejor que sea otro austriaco que nos sirva como abono del famoso cerro. Así que si viene por acá, ya sabe lo que le espera, maldito conservador.
Esta carta se la lleva mi hijo José Ramón, que es el gordito que ve enfrente. Esto para remarcar el clima de hostilidad por el que pasan nuestras relaciones. O sea, mi hijo es cabrón, lo mantiene su vieja y tiene casa en Houston y yo soy su papá suyo de José Ramón.
No le mando saludos ni nada por el estilo porque me tiene muy encabronado con su actitud egoísta y acaparadora de quedarse con lo que se robaron. Porque se lo robaron a saber cómo y en mal plan y un día apareció con ustedes, pero es nuestro. Pinche Van der Bellen: devuelve ya ese puto penacho o tendré que divulgar en la mañanera cuánto ganas y cómo vives. ¿Eso quieres, pendejo? Atentamente, el Peje. #ElPenachoEsNuestro #PinchesAustriacos.
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