Los ciudadanos se mueven lo mismo para un tuit o para defender a un periodista, que para señalar un abuso, la corrupción y la arbitrariedad.
En términos de oposición institucional estamos en el hoyo. Hay millones de ciudadanos dispuestos a enarbolar una causa y los partidos opositores brillan por su ausencia. Perdidos en sus miserias, en sus pleitos por algún puestecillo o algún presupuesto, sumidos en la mediocridad de sus dirigentes, no forman una opción viable que no conduzca a otro lugar que no sea el basurero.
Esta semana sacaron unas monumentales fotografías de la casa gris, y las pusieron en el pleno de Diputados y Senadores. Están en el happening, en el dislate y en la ocurrencia y en todas esas siempre les va a ganar López Obrador. Hay que hacer notar que varias mujeres más de la oposición partidista hacen un trabajo respetable en condiciones adversas. Desgraciadamente el esfuerzo de esas legisladoras se ve opacado por el de figuras decadentes como Gustavo Madero y Josefina Vázquez Mota. No hay que olvidar la responsabilidad que tienen estos dos sujetos que llevan años viviendo del dinero público y no han logrado más que hundir al PAN y ahora vivir escondidos de sus responsabilidades cuando se les necesita. Ella fue candidata a la Presidencia, secretaria de Estado en dos ocasiones, diputada, candidata a gobernadora, ahora senadora. Ha tenido todas las oportunidades, todo el tiempo, inexplicablemente, pues sus resultados cada vez son peores y la nadería en la que se desenvuelve es francamente patética. Nada se sabe de ella: ni un discurso, ni un desplante, nada. Es la personificación de la decadencia opositora. Por su parte, Madero fue presidente del PAN y ha sido legislador en varias ocasiones. Es de los entonces alegres firmantes del Pacto por México y autor de la frase “Peña sí cumple”; fue peñista hasta cansarse y con su actitud fue de los constructores de la llegada de López Obrador; asustado corrió al otro lado a volverse opositor. Si hay un peñista-panista ese es Gustavo Madero, cuyas acciones políticas recuerdan el título de la novela de Robert Musil: El hombre sin atributos. Pues bien, ni Josefina ni Gustavo Madero se presentaron a la votación para establecer una comisión que investigara la casa gris. Valientes opositores. Se enfermaron, dicen. Qué casualidad, qué delicados de salud y qué coordinados. Ésa es la oposición del PAN, el principal partido opositor. Una vergüenza.
Pero no hay que negar la oposición. Por primera vez en mucho tiempo hay ciudadanía opositora, aunque no haya partidos. La oposición se multiplica en actividades y modalidades. Los medios son los principales canales de la crítica –como debe ser–, pero también están haciendo una oposición activa a un gobierno autoritario y desbordado en su cinismo y prepotencia. También están las redes sociales. Por más que sea efímero lo que ahí sucede, es alentador ver que la gente se reúna algo más que a tuitear. Los ciudadanos se mueven lo mismo para un tuit o para defender a un periodista, que para señalar un abuso, la corrupción y la arbitrariedad. Es una oposición ciudadana fuerte, que no se deja, dispuesta a dar el debate en conocimientos o en leperadas, como quieran el Presidente y sus partidarios. A eso hay que sumarle la creatividad. Canciones como la que hizo El Duende Preguntón la semana pasada con una imitación de Álex Lora, son más que un toque de humor: es la alegría, la manera festiva que puede tener una campaña opositora; es la inventiva al servicio de una causa, el humor y la ironía en combate contra la simpleza y la amargura. Son los tuits, los spaces, los dichos, las columnas, las canciones, los reportajes y la crítica lo que hace oposición, porque con los partidos parece que no contamos. Será con ellos, contra ellos o a pesar de ellos, porque la oposición es más que un membrete en el que se escudan mediocres; la oposición es la ciudadanía, los medios, el ánimo de la gente. Son opositores en busca de un liderazgo. A ver quién aparece.
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