Monreal en su laberinto

En Morena, que es un partido formado básicamente por desleales a otras fuerzas políticas, el optar de manera individual es castigado duramente.



Si alguien está en los reflectores, en el candelero, es el senador Ricardo Monreal. En parte porque él quiere y en parte porque sus detractores así lo desean. Como se puede ver en estos días, Monreal tiene muchas ganas de salir en los medios y que se hable de él y sus detractores también quieren que se hable de él. De manera distinta, claro, pero como dice el dicho: se juntaron el hambre con las ganas de comer.

Sin lugar a dudas uno de los personajes más destacados del morenato es el senador zacatecano. Como buen priista que fue durante décadas, es un político con oficio, con colmillo, astuto e inteligente. Monreal ha sabido marcar un estilo propio a pesar de un liderazgo tan pesado y omnipresente como es el de López Obrador. No es el caso de, por ejemplo, Mario Delgado, cuya figura ha resultado más que penosa; un tipo completamente disminuido por el encargo, cuya cruel metáfora de liderazgo es el día que terminó escondido en una letrina pública. También está el caso de Ignacio Mier, el líder de los diputados de Morena, un lacayo de Bartlett, de personalidad gris, un priista del montón –como casi todos los de Morena–. No es el caso de Ricardo Monreal, que ha sabido atraer las luces sobre su persona desde el inicio de gobierno. Con dislates y ocurrencias –inevitables en la política–, pero también sabedor de que no tenía mucha competencia en el horizonte.

Monreal se ha ganado la enemistad del presidente por, dicen fuentes periodísticas, haber operado en contra del partido en la CDMX y facilitar el triunfo de la oposición. Monreal sabe que no es cualquier cosa que el prócer de Palacio esté furioso con uno. Lo primero que hizo el presidente fue retirarle el habla, hacerle la ley del hielo al líder del Senado, enseñarle su desprecio por traicionero. Es curioso, pero en Morena, que es un partido formado básicamente por desleales a otras fuerzas políticas, el optar de manera individual es castigado duramente. Claro, lo que hizo Monreal no es fácil de perdonar; en algunos lugares se llama sabotaje.

Desde entonces Monreal trae pleito adentro de Morena. En estos días podemos ver y escuchar sus entrevistas, sus declaraciones advirtiendo sobre el poder de los radicales en su partido y el peligro que representan para el país. Monreal da entrevistas en los medios que sataniza constantemente el Presidente a manera de guiño con los votantes opositores. Monreal pide reglas justas, a sabiendas de que ahí no hay reglas y de que se hace lo que dice el santo patrón. Monreal sabe que no será el elegido, pero juega a estirar la liga del conflicto para que dure lo más que se pueda, porque mientras más dure, más está en el juego. Monreal dice que “nunca” confrontará al Presidente, pero le sabotea las elecciones y el partido.

Por supuesto, también está la otra cara de la moneda: Monreal es un atascado en política. Basta ver lo que sucede en Zacatecas, donde gobierna uno de sus hermanos el estado y otro un municipio en el que la matazón es una actividad cotidiana. El estado mismo es un polvorín, pero Ricardo impuso a sus hermanos y el costo del panteón en que se está convirtiendo Zacatecas lo pagará él. Los malquerientes de Monreal han dejado su huella en los medios como respuesta a las entrevistas del senador. Una conversación de lo más cursi, con una supuesta relación sentimental, se ha propagado en las redes sociales; los negocios de una hija por decenas de millones de pesos están en la prensa.

¿Hasta dónde llegará Monreal? ¿Cuánto aguantará? ¿Hasta cuándo lo van a tolerar sus compañeros? ¿Lo expulsarán de Morena? ¿Saboteará otras elecciones? ¿En qué nuevo problema lo meterán sus hermanos? ¿Logrará construir su perfil de socialdemócrata? ¿Hartará al presidente con sus provocaciones? No falta mucho para saber las respuestas a estas preguntas.

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