El presidente energúmeno que aparece en las mañaneras se guarda por unos días y seguramente disfruta viendo la enorme cantidad de regalos que llegan a su vivienda.
Podemos imaginarnos cómo son estas épocas navideñas en el mismísimo Palacio Nacional, que no solamente es la oficina de nuestro presidente sino también la humilde morada en la que él y su familia descansan y realizan sus actividades domésticas.
Por supuesto que en estas épocas también en la casa presidencial se vive el ambiente navideño. El energúmeno que aparece en las mañaneras se guarda por unos días y seguramente disfruta viendo la enorme cantidad de regalos que llegan a su vivienda. Podemos imaginar al presidente meditando sobre lo que dirá en su mensaje navideño cerca del árbol con sus luces y esferas muy bonitas: unas con la foto de él, otras esferas con fotos de él y su cónyuge con Silvio Rodríguez en amena convivencia; hay, no podían faltar, esferas con la figura de Benito Juárez. Ante la esfera, comienza el diálogo interior: “¡Viva Juárez! dice el presidente para sus adentros, esta y todas las navidades Juárez debe estar presente. Juárez -cavila el presidente mientras toma unos traguitos de atole de fresa- es nuestro personaje evangelizador, el que está presente en los relatos bíblicos. Eso voy a decir en mi mensaje navideño. Si alguien estuvo cerca del nacimiento de Jesús, fue Benito Juárez. Porque él, Benito, de niño fue un pastor, un humilde pastorcito como los que arroparon la llegada del mesías en el humilde pesebre de Macuspana, digo, de Belén. Fueron esos pastorcitos con su pobreza y sencillez los testigos de la llegada del Salvador. Gente como don Benito Juárez estaba ahí presente, el pastor de San Pablo Guelatao llevaba desde niño la mirada del creador. También voy a decir que Juárez era tan grande que a Mussolini le pusieron Benito por él. Aunque eso creo que ya lo dije, pero no importa, subraya la importancia mundial de nuestro oaxaqueño”.
El mandatario camina por los pasillos en los que se exhiben adornos navideños mexicanos. Se acerca una mesa que tiene colaciones, piloncillo, dulces mexicanos. Toma una tableta de Chocolate Rocío y la muerde golosamente. “Es de que están re buenísimos estos chocolates que hacen los niños. Si solamente por envidiosos no los compran los fifís. Además, son muy mexicanos, si es parte de lo que nos robaron los españoles: el chocolate. Hasta esos se llevaron los HDSPM y luego se enojan porque uno les reclama. Qué ricos los dulces mexicanos, no le piden nada a ninguno del mundo, aunque la verdad no sé de cuáles hay en el mundo- pero no le llegan a los nuestros. Y los adornos, los nacimientos mexicanos son bellísimos con sus pastorcitos en Tepic, digo, en Belén, y toda la humildad y la dignidad de la pobreza muy bien representada. Nada que ver con ese pinchi gordo de Santa Clos que todo lo mercantiliza y volvió un evento consumista y capitalista algo tan bonito como el parto en un establo, lo han convertido los extranjeros en un evento de consumo, un pretexto para embriagarse y comprar como enajenados. Es de que los conservadores todo lo echan a perder con su aspiracionismo, su individualismo, no tienen llenadera, no tienen principios. O sea es de que nada más les importan los regalos. Y luego critican a Gertz Manero porque tiene un Rolls Royce, que lo critiquen si no tiene valores o principios, un coche a quién le importa. Aunque claro, cien coches no los tenían ni los Reyes Magos. Nos critican porque no somos iguales. Es una lástima que los malditos conservadores también festejen la Navidad, la echan a perder con su actitud”. El presidente se sienta a comer una tlayuda con jugo de caña y sigue pensando y pensando cosas para su mensaje navideño.
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