La migración es un fenómeno que acompañará siempre a nuestra región, es una realidad y es lamentable que en México se maneje esta realidad de manera tan torpe y cruel cuando es y será parte de nuestra vida.
Hace dos años, el presidente de México les ofrecía trabajo, hoy se les ofrece la muerte. El manejo del problema migratorio en México evidencia una enorme torpeza. Nadie puede ser indiferente a la situación que se vive en la frontera sur de nuestro país.
Puse atención otra vez en nuestra frontera sur después de leer un comunicado que publicó la Comisión Episcopal Mexicana el domingo 5 de diciembre, en el que dicha comisión señala que la situación había llegado “a tomar una dimensión y complejidad alarmante”; que el “sufrimiento, desesperación y violencia” se volvían una constante y que miles de migrantes caminaban exponiéndose “al colapso por el sol, hambre, deshidratación y enfermedad”. Se trata de un “urgente llamado al gobierno de México” ante la situación “caótica” que se está viviendo. Lo anterior motivó mi intervención, el martes 7 de diciembre, en la Cámara de Diputados para solicitar la intervención de los tres niveles de gobierno con la finalidad de defender los derechos humanos de los migrantes.
El 9 de diciembre los mexicanos nos enteramos de un accidente que quizás se convierta en una de las tragedias más vergonzosas de las que haya sido testigo nuestro país (y digo “vergonzosa” porque una política migratoria distinta por parte del gobierno la habría sin duda evitado): Un tráiler que transportaba a un numeroso grupo de migrantes centroamericanos se accidentó. Al menos hay 55 personas fallecidas y más de 100 heridos. Este drama es una expresión más de la falta de orden público -no de la fuerza pública-. Qué explicación se puede dar a las familias de esos migrantes: ¿Nadie se dio cuenta que viajaban en un tráiler más de ciento cincuenta (¡150!) seres humanos? ¿Era la primera vez que pasaba algo así? Nada, no se les puede preguntar o reprochar nada.
Algunas acciones se vuelven entonces urgentes. Tenemos que ser conscientes del grave momento que vivimos en la frontera sur y, por lo mismo, en los puntos de tránsito de migrantes; se trata de una emergencia humanitaria a la que todos tenemos que responder para lo cual propongo:
1. Absoluta transparencia respecto a la atención a los heridos y a las familias de las víctimas.
2. Que las autoridades rindan cuenta de lo sucedido y de la verdadera situación migratoria en Chiapas, empezando por el Instituto Nacional de Migración cuyo titular tuvo como carta credencial para ese cargo el formar parte del grupo de Bejarano, así como de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (ya de la manera en que llegó al cargo su titular ni hablamos).
3. Que se proporcione información sobre las acciones del grupo internacional para combatir el tráfico de personas anunciado el sábado 11 de diciembre.
4. Que se organice una reunión interregional en el que participen representantes de los gobiernos de Guatemala, Ecuador, Salvador, Honduras, Nicaragua, México y EEUU.
5. La sociedad civil, además de estar atentos, podemos ayudar a las casas de apoyo a migrantes que necesitan recursos. Las hay en la frontera sur y en el norte; pero también las hay en los puntos de tránsito como es el caso de la Ciudad de México.
La coyuntura global, la cada vez más evidente disparidad respecto de la distribución de la riqueza, así como el enorme recrudecimiento de la violencia por el crimen organizado, así como los sistemas dictatoriales que no respetan los derechos humanos, hace que la migración se vuelva un fenómeno constante que parece formará parte del futuro de nuestro planeta. Así, la migración es un fenómeno que acompañará siempre a nuestra región, es una realidad y es lamentable que en México se maneje esta realidad de manera tan torpe y cruel cuando es y será parte de nuestra vida.
Tenemos que ser capaces de reconocernos en la cara de estos migrantes que llegan a nuestra frontera sur, tenemos que ser capaces de imaginar a nuestros hermanos y a nuestros hijos en las caras de esos niños que parecen tener una resiliencia que ninguno de nosotros podría jamás mostrar. Todos debemos ayudar. Especialmente en estos días en que recordamos y celebramos la migración de una familia “migrante” que debió huir a Egipto para proteger su vida.
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