Existen adolescentes que se comportan como niños, o bien, jóvenes que siguen siendo adolescentes por su inestabilidad de ánimo.
Con alguna frecuencia nos encontramos con adolescentes que se comportan como niños, o bien, con jóvenes (o incluso de mayor edad) que siguen siendo adolescentes. ¿Por qué? Por su inestabilidad de ánimo; debido a que se dejan llevar por el sentimentalismo; por explosiones frecuentes en su carácter; por su incongruencia; por sus reacciones infantiles, o bien, estados de mal humor injustificados.
Esas personas no se conocen a sí mismas; se dejan llevar por sus caprichos; por la frivolidad; por lo que en ese momento les apetece; no tienen claro qué es lo que buscan en la vida y cambian continuamente de opinión.
El célebre filósofo Romano Guardini señalaba que para obtener la plena madurez era necesario: 1) Conocerse y aceptarse a sí mismo tal y como se es; con virtudes y defectos; 2) aceptar a los demás tal y como son y no como nos gustaría que fueran; 3) aceptar las circunstancias externas como se presentan. Aclaro que este filósofo de ningún modo exaltaba la mediocridad o el conformismo, sino que siempre animaba a que las personas se superaran, que corrigieran a solas a las personas cuando sus defectos eran graves, o bien, influir en los acontecimientos sociales. Aunque a este intelectual –quien vivía al norte de Italia- tuvo que sufrir en carne propia los atropellos de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y se percató que nada podía hacer por mejorar esa dolorosa y desagradable situación.
Otro filósofo, el Dr. Francisco Ugarte considera que, en primer lugar, se debe conocer la verdad con objetividad. De tal manera que la razón sea el principio rector de nuestra conducta. De esta manera, se pueden fijar metas claras en la vida y de acuerdo a la realidad de cada persona.
Algunas personas cometen el error de valorarse demasiado a sí mismas y se ponen metas muy por encima de lo que pueden alcanzar, de tal manera que suelen vivir tristes o desencantadas.
También es necesaria la madurez de la voluntad. Es lo que comúnmente se conoce como la fuerza de voluntad. Ya que muchos ideales se logran con perseverancia, constancia y venciendo las dificultades pequeñas o grandes que se encuentran habitualmente en el camino. Da mucho gusto observar a jóvenes que –con muchos sacrificios económicos- logran culminar sus estudios profesionales y de posgrado y, posteriormente, desarrollarse satisfactoriamente en el terreno profesional y familiar.
El mismo Dr. Ugarte afirma que de suyo los sentimientos no son malos ni se deben de reprimir. Existen sentimientos que son nobilísimos como es el amor a Dios, a la esposa, a los hijos, a los amigos, al deseo de mejorar la sociedad para el bienestar común. Pero hay que saber encauzar adecuadamente esas emociones, así como esos sentimientos.
Otro aspecto no menos trascendente es aprender a valorar los valores estéticos que enriquecen a la personalidad y modulan los sentimientos, como la pintura, la escultura, la música clásica, la afición por visitar museos, aprender a tocar un instrumento musical, aficionarse por la buena Literatura.
También es recomendable el ejercicio físico, la práctica de los deportes y la gimnasia porque contribuyen a la buena salud y al adecuado funcionamiento del organismo. “Mente sana en cuerpo sano”, como escribía el literato romano Juvenal.
También se requiere una madurez para aprovechar adecuadamente el tiempo y trabajar sabiamente dedicando tiempo a la actividad profesional, a la familia, a cultivar amistades, al ejercicio físico, a la cultura, al perfeccionamiento en otras áreas del saber, como la Historia, la biografía de grandes personajes, la Geografía, la Biología, las nuevas tecnologías, las obras clásicas de la Literatura Universal o profundizar en los propios estudios de la profesión.
La psiquiatra Marian Rojas subraya algo interesante: “Si nos pasamos la vida buscando ser perfectos, enfermamos”. Es decir, resulta magnífico que se busque mejorar en los valores y virtudes personales, en el eficaz desempeño profesional, en corregir los habituales errores que se cometen, pero caer en el llamado “perfeccionismo” puede conducir al estrés, a la angustia, a la insatisfacción permanente.
Otro aspecto es aprender a desdramatizar las dificultades y problemas que suelen surgir a lo largo de la existencia. No se trata de ignorarlos, sino de darles su justa dimensión, buscar el modo de solucionarlos con serenidad y a su debido tiempo.
Finalmente concluyo con una faceta que considero relevante: conservar siempre la alegría, el optimismo, la paz, la serenidad y el buen humor, pase lo que pase. ¡Qué importante resulta, por ejemplo, el aprender a reírnos de un buen chiste o de reír animadamente con los demás! La alegría, por tanto, debe ser parte integrante de nuestro cotidiano caminar. Si procuramos estar siempre contentos, y a la vez buscamos hacer agradable y amable el camino de los que nos rodean, a nuestra vida sobrevendrá –con la naturalidad y espontaneidad con que surge un manantial- una profunda felicidad, aun en medio de penas, sufrimientos y contrariedades, que por lo demás nunca faltan.
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