Si queremos que nuestros hijos sean personas de bien, debemos empezar nosotros por ser personas de bien: Albert Einstein.
Educar a nuestros hijos con autoritarismo es un error grave a largo plazo. Por mucho que creamos que así nos entienden y hacen caso, solo generamos desconfianza y minamos su autoestima futura.
Vivimos de forma acelerada. Muchos papás están al borde de un ataque de nervios… siempre corriendo. Los niños son una fuente de placer, pero también una fuente de estrés. Continuamente están comprobando dónde están sus límites. Y si a esta conducta tan típica de todos los niños se añade la poca paciencia que tenemos los adultos, la situación se convierte en una bomba por estallar.
Cuántas veces se escuchan estas frases en una casa una y otra vez: métete a bañar, haz la tarea, termina de comer, apaga la televisión; y después de repetirlas una y otra vez acaban en gritos y regaños.
Una mamá o un papá que da gritos y falta el respeto a sus hijos, que los etiqueta, y en el peor de los casos, les pega… los está humillando, les trasmite que no son buenos y que no vale la pena respetarlos, que se merecen ese trato y les enseñan una forma equivocada de ejercer el control.
Cuando sean mayores y tengan hijos, repetirán este modelo de disciplina con sus hijos, lo ejercerán como jefes en la oficina y tratarán de forma agresiva a los amigos en la escuela e inclusive a sus parejas.
Albert Einstein nos habló del aprendizaje heredado: si queremos que nuestros hijos sean personas de bien, debemos empezar nosotros por ser personas de bien.
Es triste ver cómo los padres y madres agresivos se sienten orgullosos de tener hijos obedientes y sumisos. Las personas autoritarias consiguen mucho poder en un corto espacio de tiempo. Pero el costo es muy alto.
Los hijos pierden la confianza en sus padres, dejan de hablar con ellos porque tienen miedo de las consecuencias de lo que cuentan, mienten porque la verdad puede ser negativa para ellos, y en el peor de los casos se sienten tan angustiados que terminan rechazando y refugiándose en todo lo que les aleja de la realidad.
Confían más en los amigos y los padres de sus amigos que en los suyos. ¿Te gustaría que esto te suceda con tus hijos? ¿Eres demasiado autoritario? Algunos consejos que pueden ayudarte:
– No lo etiquetes, compares, ni le hables con deprecio o humillándolo. Cada vez que lo insultas y descalificas, disminuyes su autoestima.
– Corrige lo que quieres que cambie centrando el comentario en lo que hace o deja de hacer, en lugar de criticarlo. Trata de ser cariñoso y paciente, a la vez que firme y con límites.
– No puedes repetirle una y otra vez sus errores, basta con que se los digas una vez. Mejor hazle entender en dónde y por qué se equivocó.
– No castigues en forma desproporcionada y/o pegarle. Los castigos físicos son una de las peores humillaciones.
– Mejor castiga de forma efectiva: el castigo debe ser algo que se explique y que el niño sepa por qué está siendo castigado; tiene que saber qué puede y qué no puede hacer; tiene que ser algo que al niño le moleste perder; apropiado para su edad y de forma inmediata a lo que hizo que se le castigara.
Nos dice Howard Gardner: el propósito de la educación es lograr que los niños quieran hacer lo que deben hacer. Es muy triste saber que hay niños que piensan que el amor de sus padres está en función de cómo se comportan, esto es cruel.
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