El presidente organiza una consulta para enjuiciar a sus antecesores, para lo cual se hizo una pregunta que nadie entiende.
Es difícil entender a alguien todo el tiempo. Todos tenemos resortes, motivaciones, angustias, cargas que nos hacen cambiar de pronto de modo ante determinada situación. Es también comprensible que nadie puede ser el mismo permanentemente: el humor cambia, el clima, la suerte, la fatalidad, de tal forma que alguien nos puede sorprender con algún punto de vista distinto en un tema concreto o simplemente cambiar de opinión porque así le parece correcto.
Cualquiera está sujeto a cierta incomprensión o a la mudanza de opiniones. Claro, cuando hay una relación de por medio, con una pareja o la de los hijos con los papás, siempre se aprecia cierta estabilidad para no acabar con la propia y luego con la de todos alrededor.
Aviento el rollo porque uno no aspira a estar de acuerdo en todo con el presidente –mucho menos si uno no lo votó–, pero tampoco debe verse como irracional que uno pida ciertas actitudes de sentido común, de sensatez y coherencia en quien dirige el destino de la nación. Cada dos por tres el presidente sale con algo que algunos consideran su estrategia de comunicación, pero que a primera impresión parecen cosas sin sentido, contraproducentes y en muchas ocasiones simples babosadas, chistes malos e incoherencias.
Que alguien nos ayude a entender qué es lo que realmente piensa el presidente de las vacunas y las farmacéuticas, porque hace algunas semanas dijo que deberían de darles los premios Nobel a los que descubrieron las vacunas, a las farmacéuticas: “Formalmente voy a enviar a quienes deciden sobre los premios, quienes deciden para nombrar a los premios Nobel, que se considere entregar un premio en esta materia a quienes contribuyeron para la creación de esta vacuna, porque eso significa salvar muchas vidas”. Y apuntó: “Las farmacéuticas crearon una estrategia y se logró tener una vacuna en tiempo récord, que se traduce en salvar vidas, lo que amerita un reconocimiento para científicos o grupos que hayan participado en la elaboración, con calidad y a tiempo, de esta vacuna”.
Hasta ahí todo claro. Pero este martes nos anunció que “no hay que estar sometidos, sujetos, subordinados a que las farmacéuticas sean las que nos digan…”; las criticó porque hacen negocios y nuevamente la emprendió con que hay campañas de alarma, que a él le dio COVID y que también a su hijo y que no hay problema.
Entonces la pregunta es: ¿Quién nos va a explicar qué es lo que piensa el presidente? ¿Hay que hacer caso a los premios Nobel a quienes él quiere apoyar formalmente y a la industria que facilitó los descubrimientos o al bueno para nada de López-Gatell? ¿Si las farmacéuticas quieren vender vacunas ya no nos las ponemos porque no se vale que una empresa venda sus productos?
Pero así el asunto con un gobierno esquizoide que dice cualquier cosa sin ningún límite. El presidente organiza una consulta para enjuiciar a sus antecesores, para lo cual se hizo una pregunta que nadie entiende, pero que él y sus allegados dicen que significa otra cosa; él en persona invita a la participación popular, pero dice que no asistirá.
Pues en esta ocasión habrá que hacer caso al presidente y no participar en la consulta, porque es lo único que ha dicho con claridad.
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