Los mexicanos no pueden mirar con indiferencia lo que ocurre en otros países, no sólo por la solidaridad con el sufrimiento de otros pueblos, sino para dejar en claro que no se tiene intención alguna de vivir bajo un régimen.
El 11 de julio ocurrió algo impensable en las últimas décadas: masivas manifestaciones en Cuba en contra del régimen. Se supo de ellas gracias al internet, el cual enseguida fue cortado por las autoridades. Desde ese día se conoció la detención de líderes locales y algunos periodistas internacionales. La mayoría de estos últimos fueron liberados, sin embargo, los disidentes, según se ha sabido recientemente, están siendo juzgados sumariamente y sin abogado defensor. Esto incluye al joven cineasta Aneylo Troya, realizador del videoclip “Patria y libertad” al que se le atribuye haber encendido la mecha de las protestas azudas por la falta de alimentos y el crecimiento sin control de la pandemia de COVID-19.
Desde el primer momento, el presidente de México mostró su apoyo al régimen usando la vieja coartada de que el bloqueo estadounidense debía acabar. Poco después, anunció el apoyo con medicinas, oxígeno y alimentos lo que ha suscitado protestas dado el desabasto en medicamentos que enfrenta el país y el crecimiento de las cifras de mexicanos en pobreza extrema, pues además es una forma de alargar el sufrimiento de los cubanos y proteger al régimen.
Sin embargo, lo que más ha destacado fue el discurso en el homenaje a Simón Bolívar en el 238 aniversario de su natalicio. Es la primera vez en tres años de este gobierno que se hace este evento, se argumentó que se hace pues es el año del festejo de los “quinientos años de la Resistencia del México independiente” (sic), y que se da como evento previo a la 21 reunión de Cancilleres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en la capital del país.
Más allá de la falacia histórica o el pretexto de la reunión, es evidente que se usó el discurso para apoyar abiertamente al régimen cubano, continuar el golpeteo contra el gobierno de Biden y plantear un intento de recuperación del liderazgo regional a través de la descalificación a la OEA pasando por el apoyo irrestricto a los gobiernos de corte socialista y totalitario en América Latina.
Llama la atención que a inicios de julio pero de 2020, en Washington el presidente diera un discurso absolutamente obsequioso frente a su entonces homólogo, Donald Trump, sin embargo, el escenario ya no es el mismo: en EU está al frente Biden con quien la relación es mucho más tensa por temas ambientales, de energía, de falta de control del narcotráfico, así como interpretaciones del T-MEC. En México, el presidente no tendrá a partir del 1º de septiembre el dominio aplastante de la Cámara de Diputados, lo cual ha tratado de minimizar; pero sin duda pesará en el ejercicio de gobierno de los siguientes tres años.
Estas dos circunstancias, entre otras, han contribuido a la radicalización en Palacio Nacional, lo que ya se vislumbraba, incluso, desde finales del año pasado. El discurso del sábado es sólo la constatación de la postura interna de apostar a la prevalencia del Estado en lo económico a través de medidas que anulan a la Iniciativa Privada; que dificultan la creación de empleos; que protegen a las empresas estatales aunque sea obvia su ineficacia; la creciente militarización de la vida pública, etc., será trasladada a la política exterior.
Es así que no se trata sólo de que López Obrador esté apoyando tanto a Cuba como a Venezuela y demás aliados, donde hay regímenes que aplastan los derechos humanos de sus ciudadanos en todas las formas posibles, que impiden la vida democrática y que destrozan cualquier marco jurídico; sino que está indicando que esas formas son válidas y quizá en algún momento le parezcan aceptables como forma de gobernar nuestro país.
Por todo ello, los ciudadanos mexicanos no pueden mirar con indiferencia lo que ocurre en otros países, no sólo por la solidaridad con el sufrimiento de otros pueblos, sino para dejar muy en claro que no se tiene intención alguna de vivir bajo un régimen parecido. Hay que alzar la voz por ellos y por nosotros, para rescatar el verdadero sentido de la unión latinoamericana que planteó Simón Bolívar.
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