Una persona adicta a la pornografía o a una sustancia manifiesta una necesidad de afecto, de comunicación, de aprecio o de apoyo.
Hay hábitos que se saben peligrosos, pero tienen un alto grado de atractivo, así cuando se quiere poner un alto es más difícil porque la voluntad está debilitada, y el cuerpo, el cerebro necesitan esos estímulos. Estos son los contenidos de la pornografía. Además, causan los mismos efectos de las sustancias adictivas y, no hay tal sustancia, por eso a muchas personas esto les ofrece cierto apoyo para quitarle gravedad. Y a los demás les dificulta detectarlo porque no existen las evidencias tradicionales. Pero la conducta es como si se hubiera ingerido una droga.
Estamos bombardeados por imágenes altamente sensuales, su promoción está al alcance de cualquier persona. Aparece como un índice de noticias que con un clic se puede abrir. Con bastante superficialidad se promueve la curiosidad. Y lo degradante es que el cuerpo humano, especialmente el femenino es la mercancía.
Es tremenda la responsabilidad de las personas involucradas en el comercio de las malas pasiones. Incluye desde fabricantes de productos, vendedores y promotores –entre ellos muchos de los que están en los medios de difusión-. Con una frivolidad pasmosa redactan anuncios degradantes para las personas, y muchas veces, las mismas mujeres incitan a los demás con tal de conservar la notoriedad. Las mujeres saben que es un modo de mantenerse activas en el mundo de la fama.
Pero fama mal habida, y un sin número de anuncios que lee todo el mundo. Reproduzco algunos de los que están en las carátulas de noticias: Fulanita lució coqueto bañador; cautivó con un bikini de lentejuelas; portaba un vestido transparente que no dejaba nada a la imaginación; estaba deslumbrante luciendo los resultados de su cirugía estética: diminuta cintura, abdomen plano…
Eso lo leen adultos, jóvenes y niños. Y si cada vez hay más anuncios de este tipo quiere decir que hay clientela para ellos. Si queremos sanear el ambiente es necesario tener el valor personal de evitar la curiosidad. Los primeros en tomar esta decisión deben ser los adultos. Y con ese afán de superarse podrán hablar con autoridad con los jóvenes y los niños.
En estas circunstancias no caben falsas prudencias, lo que ven los adultos está visible para los más jóvenes. Entonces urge abordar el tema directamente y preguntar: ¿qué te parece, que piensas, te gusta, lo buscas? Con el mismo descaro con que se promueven fotos y noticias, con el mismo desenfado preguntar a los demás qué les parece aquello. En este asunto no hay tiempo que perder. Y si ya se ha perdido hay que recuperar.
Los adultos han de limpiar su vida, sus costumbres, para poder influir con credibilidad en los más jóvenes. Empezar por uno y así habrá más capacidad de entender las luchas, las tentaciones, y el modo de salir adelante. Su papel es el de ir por delante.
Utilizar personas como cosas es un mal social tremendo y así se ha de calificar la pornografía. La verdad es atractiva y tiene mucha fuerza constructiva y reconstructiva, por eso, se debe decir a plena luz. Ayudar ahora es contar con la realidad. Hay muchas historias que contar de éxitos y de fracasos. Estas historias hacen mucho bien. Es preciso señalar el bien no la apariencia de bien. Que las personas sean mejores no que se sientan mejores.
Desde luego, un punto de partida sólido son los valores religiosos que tenga una familia. Este tipo de convicciones son una fuerza interior que contrarresta tentaciones y elimina posibles malos hábitos adquiridos.
El ejemplo de los adultos también es contundente. Los pequeños entienden que esas atracciones no llevan a nada bueno y que realmente es cierto porque sus seres queridos luchan contra tal tipo de curiosidad mal sana.
Una persona con una adicción a la de pornografía o a una sustancia manifiesta una necesidad de afecto, de comunicación, de aprecio o de apoyo. Es importante descubrir lo que encontró. Este dato abrirá horizontes para entenderle y ayudarle: más atención, más compañía, más afecto. Exceso de satisfactores, evasión de traumas, malos ejemplos. Estos puntos de partida hacen eficiente el tratamiento.
Actualmente hace falta ir a lo esencial y enseñarlo: la persona tiene una dignidad muy superior a la de cualquier otra criatura, y quienes digan otra cosa, están muy equivocados. Enseñar a todos el modo de conducirse de acuerdo con quienes son. Aprender a respetarse, a darse a respetar y a respetar a los demás.
Ayudarles a adquirir buenos hábitos, a costa de pequeños o grandes sacrificios que les irán forjando su carácter. Que sepan descubrir los efectos producidos por la tenacidad, el sacrificio, la ayuda mutua. Todo esto fomentará la capacidad de afrontar problemas, y advertirán que causa mucho mayor satisfacción conseguir algo sorteando dificultades.
Aprenderán a sortear las tentaciones, a no ponerse en ocasión de caer. Han de saber cuáles son sus debilidades y deberán evitar la ocasión. En estos casos es valiente quien huye y no dialoga con la tentación.
Una persona que ha salido de una adicción ha de saber que convive con una debilidad que está latente, por eso, necesita de buenas compañías y de mucha prudencia para no exponerse a demostrar que nunca más reincidirá. Quienes saben de estos antecedentes siempre han de evitar fanfarronadas que no conducen a nada bueno.
Nos preocupamos porque el ambiente sea limpio, por no contaminar y está muy bien lograr un ambiente físico sano, pero mucho más importante es promover y conservar el ambiente moral.
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