La Semana Santa debe ser semana de reflexión cristiana, que culmina con la gran celebración, la que da sentido final al nacimiento de Jesús: su triunfo sobre la muerte, su resurrección. Pero… en la vida cotidiana, son días de descanso, de vacaciones para muchas personas, familias enteras. ¿Qué hacer? ¿Olvidar el descanso, los viajes, las diversiones y quedarse en permanente reflexión sobre nuestra relación con Jesús y los demás?
No tiene que ser así, bien podemos hacer ambas cosas, descansar y también tener momentos de oración, de reflexión sobre el profundo significado de los acontecimientos que recordamos. Desde la eufórica recepción de Jesús en el Domingo de Ramos, pasando por su última cena, la traición, la negación, la terrible pasión y muerte… y llegar a la gloriosa Resurrección. Bien había Jesús advertido a los judíos que si destruían ese templo (su cuerpo) Él lo reconstruiría en tres días… ¡Y resucitó!
No olvidemos todo esto mientras vivimos cada día de esta Semana Santa, y así le damos sentido, aunque estemos en descanso, sin convertirlo, claro, en ocasión de pecado, sino en días de felicidad, porque a fin de cuentas la Semana Santa nos lleva a celebrar la Pascua de Resurrección.
¡Feliz Domingo de Ramos! ¡Recibamos con palmas al Señor, palmas que sean oración y vida por los demás, en actos de amor al próximo!
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