Nicolás Maquiavelo en su libro Discursos sobre la primera década de Tito Livio hace un análisis de la política de aquellos tiempos y no deja de dar consejos puntuales y vigentes a los poderosos.
En el libro Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Nicolás Maquiavelo hace un análisis de la política de aquellos tiempos y no deja de dar consejos a los poderosos. El problema con Maquiavelo es que ha tenido lo que se conoce como “mala prensa”, pero sus consejos son puntuales y vigentes. Como estamos en veda para hablar de política, van unos subrayados.
“Se emplea más la calumnia donde se usa menos la acusación o en las ciudades que no la tienen prevista en sus ordenanzas. (…) Y cuando este asunto no está debidamente regulado, se siguen siempre grandes desórdenes, pues las calumnias irritan a los ciudadanos y no castigan, y los irritados piensan en vengarse, odiando, y no temiendo, los cargos que se les hacen”.
“Lo difícil que le resulta a un pueblo acostumbrado a vivir bajo un príncipe conservar luego la libertad, si por alguna circunstancia la conquista, como la conquistó Roma después de la expulsión de los tarquinos, lo demuestran infinitos ejemplos que se leen en las memorias de los tiempos antiguos. Y tal dificultad es razonable, porque aquel pueblo que es como un animal que, aunque de naturaleza feroz y silvestre, se ha alimentado siempre en prisión y servidumbre, y que dejado luego a su suerte, libre en el campo, no estando acostumbrado a procurarse el alimento ni sabiendo los lugares en que puede refugiarse, se convierte en presa fácil para el primero que quiera ponerle de nuevo las cadenas”.
“Lo mismo le sucede a un pueblo que, acostumbrado a vivir bajo el gobierno de otros, no sabiendo deliberar sobre las defensas o las ofensas públicas, no conociendo a los príncipes ni siendo conocido por ellos, vuelve a caer pronto bajo un yugo, que la mayoría de las veces suele ser más pesado que el que poco antes se había quitado del cuello, y encuentra estas dificultades aunque su naturaleza no se haya corrompido”.
“Y en una república nunca debería suceder nada que obligase a gobernar con medidas excepcionales, porque aunque éstas resultasen momentáneamente beneficiosas, el ejemplo resultaría nocivo, pues si se instituye el uso de romper la legalidad para bien, bajo esa apariencia podrá romperse para mal”.
“Por eso hay que recalcar que todo príncipe y toda república debe guardarse de hacer semejantes injurias, no sólo contra una colectividad, sino también contra un particular. Porque si alguien es gravemente ofendido, por el público o el privado, y no es vengado a su entera satisfacción, si vive en una república intenta vengarse, aunque sea a costa de la ruina del Estado, y si vive sometido a un príncipe y tiene alguna grandeza de ánimo, no descansa hasta que se venga de él como sea, aunque así provoque su propio mal”.
“Y los que lean las historias antiguas se darán cuenta de que, después de una mutación de régimen político, de república en tiranía o de tiranía en república, es necesaria una persecución memorable de los enemigos de las condiciones actuales. Y quien instaura una tiranía y no mata a Bruto, o instaura un Estado libre y no mata a los hijos de Bruto, se mantiene poco tiempo”.
“Un príncipe que quiera estar a salvo de las conjuras debe, pues, temer más a aquéllos a quienes ha complacido demasiado que a los que han recibido demasiadas injurias; porque a éstos les falta la facilidad, que a los otros les sobra, y además su determinación no es tan firme, porque el deseo de mando es mayor que el de venganza”.
“Otra es parecer soberbio y engreído, lo que resulta sumamente odioso a los pueblos, sobre todo si son libres; y aunque de aquella soberbia y aquel fasto no se derive ningún perjuicio para ellos, pese a todo odian a quien aparece así, y un príncipe debe guardarse de ello como de un gran escollo, pues atraerse el odio sin obtener ningún provecho es una decisión absolutamente temeraria y poco prudente”.
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