Este domingo 6 de junio, todos salgamos a votar por la democracia, por el equilibrio de poderes, por México.
A pesar de lo que está sucediendo en el país, a estas alturas todavía hay millones de personas que no se sienten involucradas y muchas de ellas están aún dilucidando si el domingo saldrán a votar o no.
Para justificar la abstención hay pretextos de todo tipo. Algunas aducen que es irrelevante el sentido del voto porque el partido en el poder, como sucede cada tres años, hará trampa y torcerá la votación para que le favorezca. No votar permitiría que eso sea lo que suceda.
Otras piensan que la inseguridad, el asesinato de candidatos, el recrudecimiento de la violencia y otros factores parecidos obligan a quedarse en casa. Falso. Las casillas están muy cerca de los votantes, no hace falta ir a lugares desconocidos ni diferentes a su propia zona.
También hay quienes se dicen impedidos a salir por la virulencia de la pandemia de COVID-19 y, aseguran, temen por su salud y por su vida. La pandemia es un problema grave, sí, y amenazante. Pero el futuro de México depende de que votemos y si adoptamos todas las medidas protocolarias de protección, el riesgo queda prácticamente controlado.
No se trata de ir a una fiesta, ni de mezclarse con gente. En las casillas habrá protocolos, se guardará la llamada sana distancia y se aplicarán todas las medidas pertinentes, tales como el uso de gel y de aerosol desinfectante. Además, cada votante puede usar su desinfectante personal.
En resumen, no hay pretexto que valga. Estamos ya en un punto de no retorno: esta es la última llamada para reencauzar a nuestro país en la ruta de la democracia participativa y alejarlo de la tentación rampante del totalitarismo populista que nada resuelve.
No votar o anular las boletas equivale a dejar al país en manos de los partidarios de estrategias económicas, políticas y sociales superadas por la historia. Energías sucias, un estado con control absoluto de la economía, desaparición de derechos y libertades que los organismos autónomos garantizan… Sería como dar marcha atrás 30 años.
Vale la pena recordar el contenido de un video que circula en redes. Dice: en un cuarto hay cinco personas que votan para elegir qué comer. Dos eligen chino, dos más quieren italiano y el último prefiere mierda frita. Como no hay mayoría, deciden votar, pero uno de los que piden chino y otro de los que piden italiano deciden que se atendrán a lo que decida el resto y no votan. El resultado es: uno vota por comida china, uno por italiana, uno por mierda frita y hay dos abstenciones. Votarán otra vez.
En la siguiente votación, el que pide chino y el que pide italiano piensan que nunca se pondrán de acuerdo y no votan. El resultado es: cuatro abstenciones y una mierda frita. En consecuencia, los cinco comerán mierda frita, no porque quieran, sino porque eso pidió el único que no se abstuvo. No es agradable, pero es lo que hay.
Así que, lector, si no quieres comer mierda frita los próximo tres, seis y más años, sacude la pereza, los pretextos y los motivos; este domingo, sal a votar por la democracia, por el equilibrio de poderes, por México.
Es la última llamada.
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