Algunos candidatos han dicho que para mejorar la educación, aumentarán el número de horas de clase y la calidad del profesorado, pero ¿de dónde saldrá el dinero para ese gasto?
Las preguntas que tienen respuesta fácil nunca son las fundamentales.
Richard P. Rumelt
¿Qué hará para mejorar la educación?
Ya antes de la pandemia teníamos un severo problema en la educación de acuerdo con las evaluaciones internacionales. Hace ya bastante tiempo que salimos muy bajos en muchos de los temas, mayormente en los de matemáticas y comprensión del lenguaje. Las preocupaciones de nuestros gobiernos en estos temas han sido mínimas, y en particular no le han importado a la 4T. O al menos, nunca lo han expresado. No faltan los típicos adeptos de las teorías de la conspiración que dicen que, a la casta política, lo que menos les interesa es que la población mejore su capacidad de pensamiento crítico.
Viene la pandemia y nos encontramos con una disminución importante del nivel educativo. Baja que no es atribuible a los profesores, que han hecho hasta lo imposible por aprovechar las condiciones de enseñanza remota, pero que no pueden evitar el problema inherente al hecho de que la comunicación entre profesor y alumno se limita de manera importante. Sobre todo, en los aspectos de relación, de inteligencia emocional. Y eso en los casos donde puede haber comunicación. En los casos de amplias zonas del país donde no hay comunicación con una calidad aceptable, la situación es peor. Y, por supuesto, la enseñanza asíncrona mediante la televisión tiene complicaciones aún mayores. Y tampoco es un problema de alumnos y padres de familia: es un hecho que la mayoría han hecho grandes esfuerzos para tratar que la educación continúe con buen nivel, pero les ha sido imposible influir de un modo decisivo.
Algunos de los candidat@s han dicho, palabras más, palabras menos, que para mejorar la educación, aumentarán el número de horas de clase y la calidad del profesorado. Suena lógico, pero la implementación no es tan fácil. Si se aumentara al doble las horas de clase en las escuelas públicas, nos encontraríamos con varios problemas:
• Prácticamente todas las escuelas públicas trabajan dos turnos. ¿Dónde se pondrá a los alumnos si se ocupa el doble de horas? La infraestructura actual no basta. ¿Cuánto costará duplicar el número de salones de clase? ¿Cuánto tiempo se llevará hacerlo? Claramente no alcanza un sexenio para llevarlo a cabo. Si, además, al regresar a clases se ocupará solo una fracción de las aulas existentes a causa de la pandemia, el problema es aún mayor. Simplemente, seguiremos teniendo clases remotas, con sus inconvenientes. Y se necesitarán clases remediales para reponer el deterioro que ya tenemos y que no va a reducirse apreciablemente.
• Más importante: ¿De dónde van a salir el doble de maestros? Porque, dados los salarios actuales, casi todos los maestros trabajan más de un turno. ¿De dónde vamos a sacar un millón de maestros para poder duplicar la plantilla de los maestros actuales, y que además sean maestros de alta calidad?
• La pregunta fácil es la tercera: ¿De dónde saldrá el dinero para ese gasto? La respuesta es sencilla: del sufrido causante cautivo, el que siempre paga por todas estas cosas. ¿Cuánto nos aumentarán los impuestos?
No es que no quiera que mejoren las cosas o que me guste ver obstáculos. Mi punto es que no veo un plan concreto, un estudio formal, para hacer que este ofrecimiento se vuelva una realidad. Creo que nosotros, ciudadanos de a pie, tenemos el derecho de hacer esta pregunta y pedir una respuesta razonable.
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