El accidente en el Metro de la Línea 12 debe ser un punto de partida para que, quien debe hacerlo, se tome en serio la necesidad de gobernar y deje de abonar el terreno del “congreso a modo” y de la división contra los “adversarios”.
Cuando parece que la mezquindad humana ha llegado a su máxima expresión, aparece siempre alguien que demuestra exactamente lo contrario.
Desde ayer, las primeras planas de todos los diarios y los resúmenes de noticias de todos los medios electrónicos, por radio, televisión e internet siguen ocupadas mayormente con información sobre el espantoso accidente en la “Línea Dorada” del Metro capitalino, donde murieron más de 20 personas y resultaron heridas más de 80.
Vecinos de Tláhuac, transeúntes y automovilistas se apresuraron, como ocurre siempre en casos como este, a tratar de auxiliar a los afectados y a respaldar las acciones de los rescatistas que acudieron a ese punto de la calzada México–Tláhuac.
Las reacciones de capitalinos de todos los niveles sociales y políticos también comenzaron a surgir de inmediato. Desde la puesta a disposición de las autoridades anunciada por Marcelo Ebrard, quien auspició la construcción de la Línea 12, hasta las expresiones de furia e impotencia de quienes estuvieron involucrados en el hecho.
Desde 2017, usuarios y vecinos han reportado desperfectos y afectaciones a la Línea 12, construida durante el sexenio de Marcelo Ebrard por el consorcio integrado por ICA, Carso y Alstom, con un costo de 26 mil millones de pesos, 70 por ciento más que el monto previsto inicialmente. Sin embargo, poca o nula ha sido la atención a esos reportes.
Y en estos momentos, cuando lo que debiera captar la mayor atención y tener la mayor relevancia es la atención a las víctimas y a sus familias, brotan la superficialidad, la insensibilidad y la mezquindad de muchos.
Un vecino escuchó decir en un grupito de esos incomprensibles defensores del gobierno actual (no olvidar que Tláhuac es mayoritariamente morenista) algo parecido a: “Ahora van a querer culpar a ‘nuestro señor presidente’, como si importara más encontrar culpables que rescatar a la gente que sigue prensada entre los hierros.
Otros, desde altos puestos de gobierno, aprovechan para atacar a “los inmundos medios, que todo lo exageran”, e incluso hay quien aseguró que, cuando se construyó la línea 12, “Ebrard era amigo de Calderón”.
Mezquindad, mezquindad y miseria humana en su máxima expresión.
La tragedia del lunes debiera ser un punto de partida para que, quien debe hacerlo, se tome en serio la necesidad de gobernar y deje de abonar el terreno del “congreso a modo” y de la división contra los “adversarios”.
Debiera serlo. Ojalá.
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