Para contrarrestar los efectos de las ideologías, urge reimpulsar el diálogo como herramienta básica. Y en nuestro país, para lograrlo, es preciso hacer de lado las ideologías y rescatar la pluralidad.
Miopes por definición, los caudillos mesiánicos que acceden al poder político se erigen a sí mismos como intérpretes no solicitados y representantes no elegidos de lo que llaman, de manera amorfa, “el pueblo”.
Suelen pronunciarse “en nombre del pueblo”, decir “lo que el pueblo piensa”, exigir “lo que el pueblo quiere”… pero en ningún momento se ocupan de preguntar a la gente qué quiere, qué piensa, qué necesita. Ellos se asumen, primero, como parte de ese ente amorfo y después como el único canal de expresión de todos.
De ese modo, acaban por reducir todo su pensamiento y su acción en un proyecto ideológico, dueño de la única verdad absoluta y personero irrefutable del pueblo al que gobiernan. Un pueblo que es considerado “bueno y sabio” mientras se deja manipular.
Y, como hace notar con precisión absoluta el papa Francisco, las ideologías terminan mal, no sirven. Las ideologías tienen una relación o incompleta, o enferma o mala con el pueblo. Las ideologías no asumen al pueblo. Por eso, en el siglo pasado, las ideologías terminaron en dictaduras, siempre.
Advierte el Pontífice que “no sirve una mirada ideológica que termina usando a los pobres al servicio de intereses políticos y personales” y agrega que “Las ideologías piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo”.
Para contrarrestar los efectos de las ideologías, urge reimpulsar el diálogo como herramienta básica. Y en nuestro país, para lograrlo, es preciso hacer de lado las ideologías y rescatar la pluralidad.
En este sentido, estamos ante una inmejorable oportunidad de hacer del diálogo el instrumento que potencie la pluralidad y, con ella, la libertad que aniquile las ideologías:
Este 6 de junio es preciso ir a las urnas después de haber reflexionado, evaluado y decidido con inteligencia y con la mira puesta en el bien común, no en avalar una ideología, una propuesta unilateral de voluntades reduccionistas y construidas sobre ideologías.
Contra los “ismos” de todos los signos, que se expresan precisamente en las ideologías, se abre la alternativa de la solidaridad y se levanta la concepción del ser humano como un ser libre, digno, racional e irrepetible. Una ideología anula esta estructura antropológica del ser humano, para cosificarlo en favor del pensamiento único.
Por eso resulta indispensable evitar la imposición de un pensamiento inapelable, dogmático y populista. Por eso resulta indispensable votar por una opción de pluralidad, libertad y equilibrio político. Votar con inteligencia.
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