En uno de sus spots publicitarios como pre-candidato a la presidencia por el Frente, Ricardo Anaya defiende la autocrítica partidaria y su aceptación. Pero la realidad dentro del partido es que muchos no piensan así, y lo demuestran a diario. No la toleran. Y la causa es el acuerdo para constituir el Frente, y la generalizada imposición de candidatos, comenzando por la del mismo Ricardo.
Una buena parte de la militancia está no sólo descontenta sino muy indignada por la manera abierta y descarada que utilizó Ricardo para ser el candidato a la presidencia por el PAN y de sus socios en el Frente. El camino seguido a la candidatura atropelló principios de legitimidad, aunque sea posible estatutariamente.
Pero la indignación es también porque se revelan muchos acuerdos que se tomaron en lo oscurito, y que salieron pronto a la luz. El intercambio de la candidatura presidencial por un inaceptable número de concesiones a los otros dos partidos, en especial al PRD, en candidaturas impuestas. Uno de los peores el de Barrales.
Hay indignación porque la militancia se ve imposibilitada de elegir a sus candidatos y verse presionados a aceptar candidatos inaceptables, pasando sobre militantes valiosos. Lo peor de todo es que la democracia interna ha sido, para casi todo efecto, aplastada, y sobre ello se hace propaganda en favor de la democracia ciudadana. Más que verse como una burla, se ve como injuria ignominiosa.
El costo que el partido paga por la candidatura presidencial es absurdo para la militancia, y peor aún para la ciudadanía que simpatiza y vota PAN. Y no hay manera de que la dirigencia nacional y las locales que la apoyan, puedan defender esta estrategia antidemocrática panista. Y al que disiente, lo agreden.
Ante los legítimos reclamos de militantes y simpatizantes de Acción Nacional, se ha respondido con amenaza de expulsión (que no aplica, y menos para los simpatizantes), eso y denostaciones contra quienes indignados disienten de las imposiciones.
Muchos de quienes apoyan a ojos cerrados y con una errónea lealtad no al PAN sino a su dirigencia en turno, llevan al extremo la difamación, las agresiones e insultos contra quienes manifiestan su indignación y frustración, y en especial contra quienes apoyan dentro del padrón y fuera de él, a Margarita Zavala (como una manera de disentir, de autocrítica). Les piden, casi exigen ¡que renuncien! La sumisión dentro del partido ante la dirigencia, aunque se esté pasando sobre los principios doctrinales, no acepta la autocrítica. Y no se trata de los majaderos (también de conducta inaceptable) que insultan a Ricardo, sino de quienes critican correctamente y argumentan lo que reclaman.
En la realidad pues, las dirigencias y militancia que no sienten violados sus derechos (o no les importa), y que participan del principio de que lo importante es ganar a como dé lugar, no aceptan la mínima autocrítica, y la califican como traición al partido. De esta manera muestran que lo que Ricardo dice al aire no existe.
Ahora toca a Ricardo Anaya hacer algo, por él mismo y ordenando (sí, ordenando) que en el partido se reciba la autocrítica, se tolere la justa disidencia y se acabe la persecución contra los indignados, que critican y rechazan la política del Frente, la nula democracia interna y la imposición de candidatos inaceptables conforme a la doctrina panista.
¿Hará Ricardo algo al respecto, para que la realidad no contradiga su dicho propagandístico? Por el bien del PAN y de los simpatizantes que votan por sus candidatos, esperemos que lo haga, que reclame públicamente el rechazo majadero hacia quienes disienten y reclaman lo que no les gusta ¡que se reciba la autocrítica dentro de acción Nacional! Y si lo hace, debe ser de inmediato, para detener la fuga de votos de militantes y aceptar la democracia interna, lo cual pudiera significar la modificación de los compromisos con el Frente, ya que lo que está en juego es el propio Partido Acción Nacional… y su candidatura exitosa.
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