El presidente y las relaciones internacionales

Al presidente los temas internacionales le valen un cacahuate. Atiende los menos que puede, le molestan porque no los entiende, no le interesan.



¿Qué se puede esperar de las relaciones internacionales durante el gobierno de López Obrador? Francamente muy poco. Alguna foto, algún acuerdo de corto alcance, visitas recíprocas con algunos demagogos adornadas con discursos setenteros y, claro está, como cortesía de esta casa mexicana, siempre algún detalle chusco, algo cercano a lo que se conoce como pastelazo.

Como todo está dividido, la participación del presidente en reuniones, ya sean bilaterales o multilaterales, no tienen por qué ser la excepción. De un lado y del otro se exageran las cosas. Quienes somos críticos del presidente ponemos el grito en el cielo cada aparición en un foro internacional: ¡No es posible, ni con Peña teníamos este bajísimo nivel! ¡Qué pena con el mundo! ¡Qué barbaridad, van a pensar que todos somos así! ¡Increíble, apenas van seis horas de reunión y el ruco ya se está jeteando! ¡Echeverría jamás cabeceó! ¡No sabe hablar danés, qué perro oso! ¿Y ahora qué novedad va a contar: que John Kennedy se llamaba así por Juan Escutia? ¡Ojalá nunca vaya a Inglaterra, va a ensuciar la platería con el itacate de barbacoa que seguro lleva a todos lados! ¡Inaudita la vergüenza internacional, no hicimos nada para merecer esto!

Del lado del presidente la cosa también raya en lo ridículo. ¡Qué dignidad, qué aplomo, un estadista mexicano como nunca lo habían visto! ¡Jamás un neoliberal portó el decoro nacional como AMLO y el mundo lo reconoce! ¡La austeridad republicana es un mensaje al mundo, nunca el desaliño dijo tanto! ¡Por primera vez nadie nos enseña nada, nuestro presidente proyecta mundialmente nuestra historia nacional! ¡Mussolini era fascista, pero su nombre era mexicano! ¡Les irrita que AMLO difunda que Benito Juárez era influencer en Italia! ¡Desde Lincoln no había un zapato sobrio y decente en la Casa Blanca! ¡Cuántas lecciones da nuestro presidente en la reunión bilateral, seguro pensaron que estaban frente a Francisco de Asís!

Lo cierto es que no hay intermedio. Y no lo hay porque al presidente los temas internacionales le valen un cacahuate. Atiende los menos que puede, le molestan porque no los entiende, no le interesan –con esto no quiero decir, por ejemplo, que Peña Nieto fuera la reencarnación de Churchill–. Pero no es sorpresa, la verdad es que no prometió nada al respecto. Alguna imagen idílica de un país que florece ante el mundo gracias a las manos creadoras de sus artesanos y al liderazgo místico de su presidente popular. Como en todo lo demás, lo que realmente vendió fue una estampita, una ilusión. Pero ciertamente su miedo ante el mundo, su rechazo a los temas internacionales siempre fue público. De ahí la frase que soltaba cuando se le preguntaba por alguna situación que involucrara a otro país: “La mejor política exterior es una buena política interior”, una composición efectiva pero que esconde el miedo a opinar y también a ser juzgado.

Así pues, que no hay que sorprenderse de lo que vimos esta semana de la bilateral con Biden. Como mencioné al inicio del texto, solamente nos queda esperar el chistín presidencial o su efeméride nacional para ilustrar al mundo. Por cierto, me queda una pregunta de su referencia a Porfirio Díaz: ¿Por qué ahora estamos más cerca de Dios y, de ser cierto eso, de qué sirve?

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