El presidente y su realidad

El presidente no tolera el silencio y tampoco que las cosas sean de una manera distinta a como él piensa que deben de ser. En ese pleito con la realidad pierde el país.



Para los que decían que el presidente había regresado “recargado” de su convalecencia por COVID, quedan de ejemplo los últimos días para ver que algo posiblemente le afectó en cuestiones de estabilidad y contacto con la realidad. No parece haber regresado en una versión más potente de lo que era, sino en una variedad afiebrada de su combate contra los fantasmas que complotan en su contra.

Es natural que a los presidentes en cualquier país se les señale por mantener poco contacto con la realidad. Se dice, y a veces se dice bien, que sus colaboradores les impiden ver lo que sucede, que los encierran en una jaula de oro, les acercan los datos que quieren y los mantienen desinformados de lo que sucede en el lugar que gobiernan. Ejemplos hay muchos. Por eso aquellas burlas ya sea a manera de chistes o de películas chuscas en las que a los presidentes se les pinta una escenografía, país de fantasía que ven a través de las ventanas del auto en el que se desplazan, y que una vez que ha pasado el poderoso, todo se recoge y se lleva a otro lado. Mientras más estrafalario y delirante el mandatario, más se exige del esfuerzo de los colaboradores por generarle una realidad alterna.

Es el caso de los invitados a la inauguración del lote baldío que hace las veces de base militar y que el presidente cree que es un aeropuerto internacional. Lo comentamos en este espacio el viernes pasado. La asistencia de algunas personalidades como el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Claudia Sheinbaum y algunos gobernadores (digo, nadie medianamente serio puede decir, salvo el caso de Ebrard, que los miembros del gabinete son personalidades) aumenta la fantasía presidencial. Él cree que inauguró un aeropuerto y que es la obra más importante a nivel mundial. Ellas y ellos le aplaudieron la puesta en marcha de tan magna obra. No está padre que lo acompañen en sus desfases de la realidad. Pueden llegar a ser peligrosos.

Más allá de la simulación constante, la falsedad de lo que sucede y lo que dice el presidente de México, está su relación con la realidad. Todo indica que algo está mal en Palacio. Si determinada cosa no le gusta a López Obrador, cree que su sola palabra puede cambiarlo. No importa si se trata de un fenómeno natural o tecnológico. Que no hay ventiladores para combatir el virus, pues que se fabriquen en México unos ventiladores con tecnología nacional; que las redes sociales son un problema y que pueden llegar a cancelarle su cuenta, pues que se haga una red social mexa para que nadie nos diga qué se puede y qué no; que no tenemos vacunas para COVID, pues no importa, ya dijo que se va a desarrollar una y que el nombre de la vacuna será Patria.

A unos podrá resultarles producto de su mente sencilla, a otros un producto del delirio del poder, a otros más algo gracioso, propio de nuestra vida política nacional tan pródiga en personajes caciquiles, a unos más la muestra patente de los dislates populistas. De cualquier forma, es claro que el presidente no tolera el silencio y tampoco que las cosas sean de una manera distinta a como él piensa que deben de ser. En ese pleito con la realidad ya sabemos quién pierde. Y no es el presidente quien pierde. Es el país.

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