De transparencia y megalomanía

El gobierno sostiene que la prensa es enemiga, la honestidad es una cualidad que le es natural y el INAI es un lastre económico y de corrupción.



El síntoma principal de un megalómano no consiste en hacer creer a los demás que es superior a ellos, sino en estar efectivamente convencido, porque es también mitómano, de que es un ser superior, privilegiado, único, iluminado e indispensable.

Lo grave de estos casos es que no faltan ingenuos, algunos sin preparación académica o con bajo índice de inteligencia, pero también otros bien preparados y con reputación como intelectuales, secundan las locuras del megalómano, a quien no identifican como tal y lo ven, más bien, como alguien que puede ayudarlos a conseguir sus propias metas.

Hay algunos megalómanos, por ejemplo, que se sienten honestos por naturaleza. Todo lo que hace cada uno de ellos –piensa él– es ético, porque como hombre perfecto, él sería incapaz de una deshonestidad. E instalado en esa posición, obviamente considera que cualquier mortal común que cuestione alguno de sus actos, atenta contra la majestad del señor, pone en tela de juicio su reputación y se atreve –¡se atreve!– a dudar de su integridad.

En esa lógica, el gobierno actual no rinde cuentas, por ejemplo, de la adjudicación directa de contratos que la ley establece como de licitación obligatoria. “¿Para qué? Eso es para los que roban, nosotros somos honestos”.

Y en esa misma lógica, la única persona capaz de administrar adecuada y honradamente los recursos provenientes de la recaudación fiscal es, a los ojos de él mismo y de sus ciegos incondicionales, el señor que manda. “Nuestro señor”, le llaman ellos.

También en esa lógica, tener un organismo encargado de vigilar la transparencia y la honestidad de las autoridades de gobierno resulta fútil y hasta oneroso cuando el gobierno de que se trata es bueno, generoso, transparente y honesto per se. Como este.

Visto así el panorama, ¿a qué vienen los organismos autónomos y los fideicomisos para apoyar a determinadas actividades? ¿A qué, si está probado que son cuevas de corrupción? Mejor, desaparezcámoslos. Al fin que, como ya lo dijo por ahí un funcionario a quien, cuando era priista, “se le cayó el sistema”, sus tareas puede asumirlas el Gobierno.

Y sí, en todos esos organismos y fideicomisos hay corrupción, ni quien lo dude. ¡Pero la solución es erradicarla, no cerrarlos!

Lejos de ello, se pretende, por ejemplo, desaparecer al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos (INAI), del que tanta información ha surgido, para poner al descubierto transas, malversaciones, corrupción, de todos los gobiernos en los que ha existido.

Pero desde el gobierno se sostiene que la prensa es enemiga, la honestidad es una cualidad que le es natural y el INAI es un lastre económico y de corrupción, nada más.

Por eso promueve la desaparición del INAI. Paso similar, muy similar por cierto, a aquellos dados en su momento por Hugo Chávez en la asolada Venezuela, por citar solo a un megalómano…

 

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