Urge actuar ante la crisis de salud y económica

Nuestro mayor problema, como sociedad, es que vamos a pagar las consecuencias de las desatinadas ocurrencias presidenciales. La incompetencia no se puede justificar bajo el amparo de la fuerza moral.


Daños a la salud


México está a punto de entrar a la Fase 3 de Contingencia por la propagación del Covid-19, lo que representará un alto costo para la economía del país, pues se suspenden eventos masivos y se decreta el cierre de establecimientos comerciales, lo que dejará a miles de personas sin ingresos; es decir, la economía se paralizará y enfrentaremos una grave crisis económica.

Ante ese escenario, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, no ha anunciado un plan para contener la crisis, por el contrario, parece jugar no solo con la economía, sino con la salud de los mexicanos al minimizar el impacto que este virus puede tener en quienes somos sus gobernados.

El presidente debe dejar a un lado la soberbia y la confrontación con los partidos políticos que no congenian con su manera de pensar, con los empresarios, con los periodistas. Es momento de sumar a todos para contener los efectos de la enfermedad, pero también los que va a causar a la economía nacional. No se trata, en esta situación, de cuidar su popularidad, sino de proteger la vida y la economía de millones de mexicanos.

Nosotros, el Partido Acción Nacional y sus bancadas en el Congreso de la Unión, estamos dispuestos a apoyar un plan emergente que condone el pago de impuestos a quienes generan empleos, a fin de que los trabajadores se vean menos afectados. Hay que atender al sector productivo, porque este es el más afectado por la pandemia del Covid-19.

Hay una falta de liderazgo y de dirección por parte del Gobierno de la República, por lo que han sido los gobiernos estatales y municipales, las universidades, los restauranteros, hoteleros, quienes han tomado las medidas pertinentes para proteger a la población, como es la suspensión de clases y eventos multitudinarios, así como establecer medidas sanitarias en aeropuertos, centrales camioneras y en establecimientos comerciales.

Los gobiernos estatales también han impulsado incentivos fiscales para las pequeñas y medianas empresas y para los comercios. Medidas así hacen falta a nivel nacional, porque como el propio presidente lo dijo, quienes tenemos un ingreso mensual asegurado, no vamos a padecer tanto los efectos de esta crisis, pero sí se verán afectados meseros, empacados de tiendas comerciales, y todo aquel que depende de su ingreso diario.

El presidente debe de dejar de polemizar. Hace unos días vimos como en una gira en Ometepec, Guerrero, besa y muerde la mejilla de una niña, lo que le generó críticas en “las benditas redes sociales”; el viernes sube un tuit en Tlaxiaco, Oaxaca, en el que aparece con una niña que le recitó una “oda” a su cuarta transformación, en el que dice: “me la quería comer a besos, pero no puedo por la sana distancia. Es un primor”.

Es claro que ese mensaje tuvo toda la intención de polemizar, pero esa actitud sobrepasa todo comportamiento ético y de respeto a las niñas y a los niños. En ese afán de confrontar, López Obrador no debe ni puede utilizar a menores de edad. Como diría la esposa del presidente #ConLasNiñasNo.

Es claro que las alarmas de Palacio Nacional se encendieron ante la notoria baja de popularidad del presidente. Esta baja de aceptación popular del Ejecutivo ha hecho que se recurra nuevamente a esa estrategia de comunicación basada en el culto al presidente, no sólo en expresiones aduladoras de adultos, sino en boca de niñas y niños, lo cual, además de ser poco ético, es una evidencia del adoctrinamiento infantil y de la manipulación de los padres para hacerlo.

Sus colaboradores y afines han descubierto cualidades que, por lo menos para el ejercicio del poder público, son irrelevantes por inexistentes, pero que a fuerza de repetición se cree que tiene conocimientos en economía, ingeniería, policíacos, médicos… vaya, hasta ahora resulta que hasta científico es, además de que pretende curar también con poderes eclesiásticos. La verdad es que solo pido que sea presidente, que ejerza el mandato otorgado en 2018 y gobierne para todas y todos los mexicanos.

¿Cómo se puede hablar de una fuerza moral presidencial, cuando han prevalecido la ineptitud, irresponsabilidad y negligencia, antes que la salvaguarda de la vida e integridad de las y los mexicanos? Sus acciones solo denotan que está obsesionado con su popularidad, con seguir con la narrativa de división entre habitantes, y con la imposición de sus ocurrencias.

¡Qué distinto al candidato, que no perdía ocasión para criticar, de forma destructiva, cualquier acción impulsada desde el gobierno federal en turno! ¿Qué hubiera dicho el otrora candidato si, desde Palacio Nacional, se hubiera hecho énfasis en el poder milagroso de una imagen religiosa para librar de todos los males a la población? Lo primero hubiera sido descalificar y luego recordar que estamos en un Estado laico.

Por favor, “a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Ya tenemos muchos líderes religiosos que cumplen con sus responsabilidades. Lo que necesitamos es un estadista de altura. Es tiempo de gobernar para las y los que habitamos el país; de trabajar para disminuir el dolor evitable; de impulsar políticas públicas eficientes y eficaces; de asumir responsabilidades y también los costos derivados de las decisiones.

¿Es válido hablar de una fuerza moral cuando el presidente mismo ha politizado el peligro inminente de la pandemia? Esta pandemia requiere acciones y capacidad para enfrentar los problemas que nos aquejan. Me pregunto: ¿por qué no se han realizado las pruebas necesarias? Sencillo, porque no hay voluntad presidencial.

Si el interés del gobierno fuera medir el problema epidemiológico en el país, con la misma contundencia que levantaron los censos del bienestar, con nombres y domicilios, para entregar los apoyos económicos a estudiantes, madres de familia y/o adultos mayores, se tendrían datos duros suficientes para acciones preventivas, no reactivas.

Nuestro mayor problema, como sociedad, es que vamos a pagar las consecuencias de las desatinadas ocurrencias presidenciales. La incompetencia no se puede justificar bajo el amparo de la fuerza moral. Las y los mexicanos necesitamos un presidente capaz y no ocurrente, enfermo de adulación continua. Es tiempo de cambiar.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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