Papa Francisco, hombre de la humanidad

El papa Francisco es un sacerdote convencido de que vivir cristianamente no es sinónimo de vivir en la injusticia, en el olvido o en la discriminación sin hacer algo por resolver tales lacras sociales.


Hombre de la humanidad


Más allá de su investidura como representante de Cristo y jefe de la Iglesia católica, es innegable que el papa Francisco es un hombre de la humanidad. Es decir, no es una persona alejada del resto de la gente, aislada en una especie de torre de marfil o preocupado únicamente de los temas propios de su ministerio papal.

Por el contrario, desde el inicio de su papado, Francisco ha sorprendido al mundo, incluidos algunos jerarcas católicos poco acostumbrados al estilo pastoral de Francisco, por su cercanía con las cosas de los hombres y las mujeres de hoy.

Es decir, el papa Francisco es un sacerdote convencido de que vivir cristianamente no es sinónimo de vivir en la injusticia, en el olvido o en la discriminación sin hacer algo por resolver tales lacras sociales.

Por ello, el último día de enero, día de San Juan Bosco, apóstol de la juventud, y en plena crisis mundial por la pandemia de COVID-19, el Santo Padre se ha dado tiempo para, sin olvidar las plegarias por la salud de los afectados por el coronavirus, establecer la Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores (ancianos).

“Es importante que los abuelos estén con los nietos y los nietos con los abuelos, porque los abuelos con los nietos sueñan y tendrán ilusión, y los jóvenes, cogiendo la fuerza de los abuelos, podrán ir hacia delante”, dijo el papa Francisco el domingo, tras el rezo del Ángelus en la biblioteca del palacio apostólico del Vaticano.

No es extraña esta preocupación del Sumo Pontífice de la Iglesia. En numerosas ocasiones en su pontificado, ha puesto énfasis en la importancia de atender a los mayores; el pasado mes de julio animó a los jóvenes a preocuparse por sus abuelos y a atenderlos durante la pandemia, con sana distancia pero con llamadas constantes para evitar contagios de coronavirus.

Por ello determinó que el cuarto domingo de cada mes de julio, la Iglesia católica celebrará una jornada mundial dedicada a los abuelos y a las personas ancianas que no tuvieron nietos.

Se trata de una celebración de carácter humanitario, espiritual, de oración y de atención; que nada tiene que ver con conmemoraciones comerciales.

Se trata de una jornada cristiana que se instala en el ámbito de la trascendencia, de la preocupación caritativa, amorosa, por quienes han vivido la mayor parte de su vida y se acercan al final de su paso por este mundo, para encomendarlos de manera especial al Señor, sí, pero también para tenerlos presentes y atenderlos en el día a día de nuestra vorágine laboral y social.

Bienvenida sea la instauración de esta Jornada, que confirma al papa Francisco como un hombre de la humanidad.

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