Pablo el caminante eterno, capítulo XXXIX. Primera Carta a los Tesalonicenses

Reprendan a los indisciplinados, animen a los tímidos, sostengan a los débiles, y sean pacientes con todos.


Enseñanzas de San Pablo


San Pablo utilizó las cartas como un medio de consolidación de su obra evangelizadora, para confirmar enseñanzas, ampliar algunas otras, clarificar ciertos conceptos, y en cuanto a las personas para alentar, corregir, agradecer y hasta expresar muchos de sus sentimientos personales, son un tesoro en cuanto a su contenido teológico y también por que nos arrojan mucho conocimiento sobre el alma y los sentimientos de Pablo.

En esta carta podemos ver reflejado el sentimiento paternal que el apóstol siente por esa comunidad, y al mismo tiempo hace ver que su esfuerzo no ha sido inútil, sobre todo por que esta apoyado por la acción del Espíritu Santo.

Escuchemos al mismo Pablo que dice: “Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones, y sin cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia”.

Pablo quiere dejar claro que su actitud y su predicación es diferente a la de muchos que se dedicaban a predicar diversas doctrinas sacando provecho propio de esas predicaciones: “Ustedes saben muy bien, hermanos, que la visita que les hicimos no fue inútil. Después de ser maltratados e insultados en Filipos, como ya saben, Dios nos dio la audacia necesaria para anunciarles su Buena Noticia en medio de un penoso combate. Nuestra predicación no se inspira en el error, ni en la impureza, ni en el engaño. Al contrario, Dios nos encontró dignos de confiarnos la Buena Noticia, y nosotros la predicamos, procurando agradar no a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones. Ustedes saben y Dios es testigo de ello que nunca hemos tenido palabras de adulación, ni hemos buscado pretexto para ganar dinero. Tampoco hemos ambicionado el reconocimiento de los hombres, ni de ustedes ni de nadie, si bien, como Apóstoles de Cristo, teníamos el derecho de hacernos valer”.

Y más adelante continúa: “En cuanto a nosotros, hermanos físicamente separados de ustedes por un tiempo, aunque no de corazón sentimos un ardiente y vivísimo deseo de volver a verlos. Por eso quisimos ir hasta allí; yo mismo, Pablo, lo intenté varias veces, pero Satanás me lo impidió. ¿Quién sino ustedes, son nuestra esperanza, nuestro gozo y la corona de la que estaremos orgullosos delante de nuestro Señor Jesús, el Día de su Venida? ¡Sí, ustedes son nuestra gloria y nuestro gozo!

No cabe duda de que el texto anterior habla de un hombre que expresa con toda claridad los recuerdos que han quedado impresos en su alma durante esa experiencia vivida en esa ciudad y quiere compartirla con la comunidad, para dejar claro que, aunque él es un elegido de Dios, comparte sentimientos e ilusiones igual que cualquier otra persona.

Y termina dando unos consejos totalmente prácticos para la vida y desarrollo de la comunidad: “Les rogamos, hermanos, que sean considerados con los que trabajan entre ustedes, es decir, con aquellos que los presiden en nombre del Señor y los aconsejan. Estímenlos profundamente, y ámenlos a causa de sus desvelos.

Vivan en paz unos con otros. Los exhortamos también a que reprendan a los indisciplinados, animen a los tímidos, sostengan a los débiles, y sean pacientes con todos. Procuren que nadie devuelva mal por mal. Por el contrario, esfuércense por hacer siempre el bien entre ustedes y con todo el mundo. Estén siempre alegres. Oren sin cesar.

Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Cuídense del mal en todas sus formas.

Y se despide de ellos en una forma muy amorosa: “Que el Dios de la paz los santifique plenamente, para que ustedes se conserven irreprochables en todo su ser espíritu, alma y cuerpo hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará.

Hermanos, rueguen también por nosotros. Saluden a todos los hermanos con un beso santo. Les recomiendo en nombre del Señor que hagan leer esta carta a todos los hermanos. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con ustedes.

 

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